16 de mayo de 2012

Llegados los 50...

José Antonio Luengo 





Llegados los 50 parece que la vida va a nublarse, casi de un día para otro. Parecería que vamos a entrar en otra dimensión. Mitad de un siglo. 50 años viviendo ya, una frontera virtual que asusta y, a veces, atonta. Pero ¿por qué? Llevadas las cosas con cierta tranquilidad, tal vez sea la edad en la que más y mejor puedes llegar a disfrutar de casi todo. Siempre, eso sí, y esto es especialmente relevante, que la vida no te haya tratado como a muchos, desgraciadamente, cada vez más, que ven que a esta edad se le cercenan de raíz las posibilidades de seguir viviendo con dignidad. Deberíamos pensar más en esta circunstancia. Probablemente, de lo peor a lo que puede uno enfrentarse...

Si la vida (es un decir) te ha dejado respirar (es otro decir) y llegas a esta edad con trabajo y dignidad razonables, las palabras de Vicent que a continuación se pueden leer resultan de lo más esclarecedoras.

Son momentos para brindar. Ya no estás en época de cría, azotado por el día a día del cuidado de nuestros hijos, a los que queremos como a nada en el mundo, pero que, queriendo o sin querer (más de esto, según la edad), secuestran el tono de toda una suerte de músculos (en sentido figurado, pero de todo tipo y condición) y espacios que tan necesarios son en cualquier existencia.

Llega, o puede llegar, el tiempo de hacer y deshacer sin grandes alharacas. De sonreír y mirar, andar y desandar. Con tranquilidad y, por qué no, intensidad, ganas y buen rollo. Miras las cosas de otra manera; te perdonas tus errores, los muchos que has tenido, te ríes, también, de algunos. Recuerdas otros. Pides perdón con facilidad. Y perdonas... Vaya si perdonas! Todo lo que puedes y un poco más. Y notas cómo el corazón te crece, se ensancha, se expande. Y tu mente se torna flexible, más amable.Aprecias las cosas, a las personas... En fin, leed lo que se dice a continuación. No tiene desperdicio. Encima el sol sale todas las mañanas y tú estás vivo. Hay que brindar. 

MANUEL VICENT

Alguna gente madura, tal vez la más lúcida, suele pensar con acierto que lo mejor que tiene la juventud es que ya pasó. Fue una época breve y radiante, romántica y vigorosa, pero también llena de luchas, temores, dudas, celos y rivalidad. Alrededor de los 50 años, en cualquier biografía llega un momento en que el caballo de fuego que uno llevaba dentro comienza a perder la ansiedad en el galope y aun sin abandonar la curiosidad ante la vida siente que hay que tomarse las cosas con más calma. A qué viene tanta prisa, se dice a sí mismo una mañana. De pronto uno se da cuenta de que no tiene que correr detrás del autobús ni necesita presentarse ya a ningún examen ni le inquietan las modas ni se ve obligado a cambiar de costumbres y cada día le importa menos lo que piensen de él los demás. No ha dimitido de ninguna idea ni ha cambiado de bando. Le siguen cabreando los mismos políticos, las mismas injusticias, los mismos fanáticos, los mismos idiotas, pero no está dispuesto a que ninguno de ellos le estropee una buena digestión. Si uno es viejo lo peor es comportarse como un joven. Cada edad tiene su baraja con placeres que pueden ser tan intensos como uno quiera, si sabe jugar las cartas. Peor que querer ser joven a toda costa es tener ya ideas de carcamal con apenas 30 años. Gente joven envejecida la vemos y oímos todos los días en las tertulias de la radio y de la televisión. Del primer caso lo salva a uno el sentido del ridículo; en el segundo no hay cura posible porque es cuestión de carencia de minerales. El hecho de que uno con el tiempo alcance cierta serenidad y contemple las cosas con una sabia perspectiva no impide blasfemar si llega el caso. Marco Aurelio debe darle la mano a Epicuro y la resignación no tiene por qué dejar de ser creativa. Lo que ibas a ser de mayor ya lo eres y lo que no ibas a ser ya no lo fuiste. Adiós a la juventud. Se acabaron las luchas, los nervios y las dudas por la identidad. Para una persona madura hoy es el futuro que tanto temía. Ya ves, no ha pasado nada. No ha caído la bomba atómica, has salido bien de una grave enfermedad, al final la crisis económica se ha superado y tus hijos son más altos y más listos. Encima el sol sale todas las mañanas y tú estás vivo. Hay que brindar.

Entrada destacada

El acoso escolar y la convivencia en los centros educativos. Guía para las familias y el profesorado

Accede a la publicación

La ternura en la educación, la magia de enseñar cada día...

Vistas de página en total

Datos personales

Mi foto
José Antonio Luengo Latorre es Catedrático de Enseñanza Secundaria de la especialidad de Orientación Educativa. Es Decano-Presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y Vicepresidente primero del Consejo General de la Psicología de España. Licenciado en Psicología. Habilitado como Psicólogo Sanitario por la CM y experto en Psicología Educativa y en Psicología de la actividad física y del deporte (Acreditación del Consejo General de la Psicología de España).. Desde octubre de 2002, ocupó el cargo de Secretario General de la Oficina del Defensor Menor en la Comunidad de Madrid y desde julio de 2010 fue el Jefe del Gabinete Técnico del Defensor del Menor, hasta la supresión de la Institución, en junio de 2012. Ha sido profesor asociado de la Facultad de Educación de la UCM y de la UCJC. Es profesor invitado en la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. En la actualidad es psicólogo de la Unidad de Convivencia. Coordinador del Equipo de apoyo socioemocional, dependiente de la Subdirección General de Inspección Educativa de la Consejería de Educación de la CM. Twitter: @jaluengolatorre

Buscar este blog

Archivo del blog

Seguidores

Vídeo de saludo del Blog

Qué significa hacer algo como una niña

Actitud

Perfil en Linkedin