¿Quién no se ha hecho un autorretrato o «selfie» –como dicen los modernos– para recordar un instante? Si hasta el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sucumbió a esta moda en el funeral de Mandela. Pero las redes sociales han conseguido que estas fotos den un paso más, retratan cada instante de la vida íntima y personal de las personas que, por moda o por gusto, se dedican a comentar con imágenes personales cada paso que dan. «Esas formas de autofotografiarse buscan la transparencia máxima, las redes hacen visible la vida social de las personas, son como el borrador de nuestras experiencias en sociedad», afirma el sociólogo Ángel Gordo, miembro del grupo de investigación Cibersomosaguas de la Universidad Complutense de Madrid. Aunque Gordo apunta a que el futuro de estas vías de comunicación es «crear una red cada vez más cerrada, más individualizada, donde sólo entren las personas más cercanas», lo cierto es que los nuevos «selfies» no parecen estar muy de acuerdo con él. Y si no, ¿por qué una pareja decide colgar en su cuenta abierta de Instagram el instante posterior a una relación sexual? ¿Es una moda o el «aftersex» alienta aún más el narcisismo que describe a nuestra sociedad?
Ya no se intenta salir bien en la foto o imitar poses de modelo, sino que «lo que quieres es que hablen de ti en una sociedad donde la imagen es lo más importante. Quieres llamar la atención, como sea, para poder presumir de algo», destaca José Antonio Luengo, psicólogo de adolescentes y vocal del Colegio Oficial de Psicólogos, porque como todos sabemos «si no estás en las redes no existes, sobre todo entre menores». Dos chicos recostados en la cama, fumando un cigarrillo; otra pareja sonriendo con mirada somnolienta; otros risueños bromeando con la cámara. Éstas son sólo algunas de las imágenes que se prodigan tanto en Instagram como en Twitter, dos redes que ahora son hermanas. La sexóloga Miren Larrazabal analiza estos ejemplos: «Es una forma de exhibicionismo exagerado porque lo importante ya no es disfrutar de la pareja, del sexo, sino dejar una prueba para que el patio de vecinos, que son las redes sociales, lo vea. Hemos perdido la intimidad, ya no existe». Le hemos regalado «nuestra intimidad a una sociedad hipertecnológica». Por su parte, Luengo advierte de que «la comunidad digital se ha convertido en un escenario que nos esclaviza, en la que tenemos que demostrar que somos protagonistas».
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Pero dime de qué presumes…
Detrás de todo acto exhibicionista hay una carencia, normalmente de autovaloración. “Aquí, la necesidad de obtener una valoración social juega un claro papel”, apunta Roser, que coincide con Luengo en la idea de que este grave atentado a la intimidad -y a veces a la vista- en boga en Internet es síntoma de que esta gente busca escenarios de éxito que les hagan estar más valorados en su mundo, que al final no es más que un micromundo de personas que comulgan con sus ideas. Porque, ya lo advierte el terapeuta del Colegio de Psicólogos de Madrid, “en esta sociedad hedonista, nuestro valor es el valor que nos dan los otros”.
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