José
Antonio Luengo Latorre
La bondad como ingrediente esencial en las relaciones
interpersonales y la tribu entendida como marco privilegiado para
la educación en valores humanos y prevención de comportamientos violentos como el maltrato entre iguales (acoso escolar) representan elementos imprescindibles en la
generación de entornos protectores y seguros en los contextos educativos. Los
centros educativos son auténticos seres vivos, palpitantes en cada segundo de
su día a día; y articulados en un sistema de subsistemas organizados que han de
confluir en un objetivo esencial: colaborar en la configuración de mimbres que
favorezcan el desarrollo integral, moral, justo y prosocial de sus
protagonistas esenciales: los que crecen, los que sudan por entender el mundo por
el que transitan. Y hacen sudar, también, a quienes compartimos con ellos su
vida, deseosos de abrir vías para la definición de un mundo mejor.
"Creo que la gente y la sociedad es buena. La
clave está en dónde proyectas tu energía. Puedes posicionarte donde está la
bondad, que sí, existe, o puedes pensar que no hay bondad en la sociedad y que
debemos acabar con todo. Hay bondad hasta en los círculos más corruptos y
reaccionarios. Creo que el hombre puede cambiar y que las cosas pueden cambiar.
Se trata de cómo queremos que cambien las cosas" (Leonard
Cohen)
“En la bondad se encierran todos los géneros de
sabiduría” (Ernesto Sabato)
“La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento
tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”
(Sigmund Freud)
“Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los
crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”
(Martin Luther King)
La bondad ha sido ordinariamente asociada a conceptos tales como la compasión o la caridad, términos que, siendo, sin duda de gran valor en la vida de las personas, han solido quedar relegados a determinados espacios que, muy ligados a entornos y concepciones de orden religioso, poco a poco fueron arrinconados en el escenario de desarrollo de sociedades asentadas en la idea y el paradigma del individualismo, la insana, deshonesta y perturbadora competitividad y la provisionalidad; "lugares" y miradas que dibujan una fragilidad en las relaciones desbordante (paradójicamente, en un mundo hiperconectado), un entorno líquido y precario (La modernidad líquida. Baumann, 2022).
Un mundo, con demasiada frecuencia, agotador. Una sociedad del rendimiento, en la que los individuos luchan por explotarse a sí mismos (La sociedad del cansancio. Byung-Chul Han, 2024)
"El
cansancio de la sociedad de rendimiento es un cansancio a solas que aísla y
divide" (Byung-Chul-Han. La sociedad del cansancio, 2022, p. 66)
La compasión (RAE: sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante
los males de alguien) o la caridad (RAE: actitud solidaria con el sufrimiento
ajeno) son sinónimos de términos tales como la conmiseración, la lástima, la
piedad, la misericordia, la clemencia o la solidaridad.
Sentimientos, todos ellos, de gran relevancia en las relaciones interpersonales, pero asociados en demasía, como el de "buena persona" a personas escasamente relevantes e influyentes en el entorno en el que viven (sin perjuicio, claro, de las muestras de afecto, ayuda y cercanía que puedan mostrar en los momentos en que entiendan que es preciso e indicado hacerlo...)
En los últimos años, el concepto estrella que ha dominado y domina la narrativa de los discursos de ayuda es el término empatía (RAE: Sentimiento de identificación con algo o alguien). Todo el esqueleto de justificación y argumentación de la necesidad de que las personas nos ayudemos ha girado en torno a este término, que, a poco que preguntes a cualquier niño o niñas de primaria, observas hasta qué punto ha generado automatismos de definición inmediatos ("ponerse en el lugar del otro", nos dicen...) Orgullosos los pequeños siempre de su capacidad para dar respuesta rápida a nuestros requerimientos.
No obstante, no parece que esta "mirada" hacia la vulnerabilidad y al "otro" desfavorecido" haya calado y germinado según las expectativas, razonablemente creadas en origen. Ser consciente de qué le puede estar pasando a quien vemos en situación de debilidad no es suficiente. Ni lo es, ni lo ha sido, ni lo será. Como no lo es, aunque es, sin duda, un paso hacia adelante preguntar "¿cómo estás?", "¿estás bien?" o "¿qué te pasa?"... A menudo las personas a quienes hacemos estas preguntas viven tal bloqueo que les resulta imposible responder a esos intentos de expresar nuestro interés.
Uno de los escenarios en los que hemos podido comprobar que los planes de sensibilizar a-base-de-autoestima han sido ni suficientes ni mínimamente eficientes es, espacialmente, la lucha contra el denominado "acoso escolar", al que siempre intentaré nombrar como "maltrato entre iguales", concepto mucho más adecuado y ajustado a la experiencia que brota y sostiene el fenómeno de esa violencia ejercida intencionadamente, sostenida en el tiempo y desplegada desde el poder y la jerarquía.
Preguntando a nuestros chicos y chicas sobre su opinión siempre estaremos más cerca de qué y cómo podemos y debemos hacer. Ellos nos indican el camino y, entre otras cosas, nos dicen, por ejemplo que "eso" que nosotros llamamos "sensibilización" (las charlas o los vídeos, incluso los mensajes on line) no entra, no permea, no provoca cambios significativos. Es la acción permanente en todos los espacios, en el aula, los pasillos, el recreo y, sobre todo, la acción tutorial estable, la lluvia fina. Necesitan un modelo, ejemplos visibles y tangibles que les permitan entender que es posible, que merece la pena. Que es posible "arrinconar" al violento y cuidar de los compañeros que sufren la exclusión, la indignidad, la intimidación o la vejación permanentes.
Tenderles la mano, vaya. Cuidarles. Crear un entorno seguro a su alrededor. necesitan un modelo. Nos dicen que les es especialmente útil el mensaje de los chicos mayores del centro educativo que despliegan experiencias de aprendizaje y servicio para cuidar de los más desfavorecidos, ordinariamente víctimas de las experiencias de maltrato entre compañeros. Y nos piden a los adultos que también demos ejemplo, que seamos valientes, que demos pasos al frente y marquemos las líneas infranqueables que garantizan la promoción y vivencia de la seguridad y el buen trato.
En efecto, cada vez sabemos más cosas. Y desde hace mucho tiempo. Y hay tres que son imprescindibles resaltar:
"La más alta expresión de la inteligencia es la bondad"
1. La bondad (RAE: natural implicación a hacer
el bien) como escenario esencial para el trato cotidiano, la promoción del
bienestar y la creación de espacios seguros y protectores. Hablo de la bondad
incluyendo la coletilla de "última generación" a los efectos de
llamar la atención de que hacemos referencia a una cualidad que, lejos de
acuñar experiencias de buenas intenciones, pero de inacción, se instala en una
perspectiva de vida articulada en habilidades de gran relevancia,
especialmente, la independencia, la valentía y la acción ante la injusticia
flagrante.
La bondad de última generación trasciende y supera la ordinariamente pasiva experiencia de la empatía ("sé cómo te sientes, o lo imagino, pero me es difícil ayudar"...). No es suficiente ponerme-en-tu-lugar. Es imprescindible hacer. Y hacer sentir a quien queremos ayudar que no vamos de farol, que se sienta realmente cuidado. hablamos del apoyo social percibido (Bartolomé y Díaz, 2020) como una variable interactiva de muy elevado valor en situaciones de debilidad y vulnerabilidad. "Toda la educación está destinada a proveer al sistema social, económico, político y cultural de mano de obra. Y en esa producción, la inteligencia bondadosa no aparece, como no aparece tampoco la amabilidad" (Luis Castellano).
"El gran reto de la humanidad es educar a nuestros hijos en la bondad" (Luis Castellano. La inteligencia bondadosa, 2024)
2. Ampliar la red de apoyos. Olweus ya nos señaló el camino con su
"círculo del Bullying". Un auténtico “mapa del tesoro”. Cómo entender
para hacer lo adecuado. Cómo interpretar adecuadamente el fenómeno para responder de manera eficiente y contrastada. La consideración del grupo como entorno privilegiado
para promover el bienestar y la seguridad y prevenir la acción orientada al
daño.
El fenómeno del maltrato entre iguales o compañeros (acoso escolar) representa una auténtica enfermedad social. Muy ligada a los modelos de trato que dominan el escenario de la conducta del ser humano en sus relaciones interpersonales. ya se ha dicho, sumergidos en un mundo en el que no faltan, por supuesto, las buenas intenciones y el interés explícito por habilitar propuestas basadas en el respeto a la dignidad del "otro" con quien comparto y convivo, pero habitualmente embarrado y escorado al abrigo de posiciones basadas en el poder y la jerarquía (cueste lo que cueste), la polarización y la mirada egoísta. Niños y adolescentes entran y comparten en las escuelas valores que "portan" ya en sus mochilas: valores, actitudes, rutinas y modos de leer e interpretar la realidad y el papel de los demás de sus vidas. Y, claro, también de relacionarse y de tomar en consideración (o no) a quienes comparten con ellos el espacio en el que viven (con) los compañeros que les tocan en suerte.
Asimismo, el fenómeno del maltrato entre iguales no puede interpretarse, en su
origen, desarrollo y, especialmente, en su gestión, como un contexto en el que
solo son protagonistas víctimas y victimarios. Muy al contrario, se trata de un
fenómeno muy complejo que se sostiene de modo singular por el apoyo más o menos
explícito de quienes participan del dramático espectáculo del ominoso atendado
contra la dignidad que supone la experiencia de maltrato entre
compañeros.
Esto lo sabemos, claro, pero no hemos suficientemente hábiles en implementar medidas que permitan vislumbrar espacios de relación interpersonal en los que se favorezca la mirada "bondadosa" e implicada en el cuidado, ayuda, apoyo y defensa de quien es nuestro compañero y vive la experiencia dramática de la ignominia... Y acaban pensando que no merece la pena hacer nada (indefensión aprendida), que nada ni nadie va a sacarles de esa terrible experiencia diaria. Sin parar. Sin parar. Sin parar.
La autoestima, hay que insistir, no es suficiente. No es suficiente sentir que sentimos... Y sentirnos mal por lo que vemos o escuchamos. Es necesario implicarse, implicar, buscar alianzas, mostrar incondicionalidad. Ahí surge el liderazgo desde la bondad, ajeno a la soberbia, a la autopercepción de superioridad, instalado en el desprecio a aquello a aquellos que no le sirven, que no le son útiles, que no dan "prestigio" y jerarquía.
Es el liderazgo bondadoso el que hemos de favorecer el contexto escolar, en cada centro educativo, en y con cada grupo. Es esta mirada la que está permitiendo que emerja la ayuda mutua, la implicación y el compromiso, la defensa de valores de respeto y dignidad, de sensibilidad ante el que vive la dificultad, la exclusión, la soledad, el miedo, la desesperanza.
Es la promoción de la bondad como valor esencial en la convivencia en los grupos la que construye identidades colectivas, el sentimiento de grupo orgulloso de cuidar, de cuidarse, de decir que no a quien busca el daño, la afrenta, la ridiculización y hasta desaparición del otro al que no se quiere. La humillación como objetivo. Es la bondad que articula acciones desde habilidades prosociales de alta significatividad, especialmente importantes hoy, en un mundo marcado a fuego por modelos sellados por la arrogancia, la displicencia y el menosprecio. muy reforzados socialmente (desgraciadamente).
La acción ha de estar integrada en el trabajo con grupo, siempre desde una concepción combinada e integrada de generación de espacios seguros y amables. Docentes (destacando el papel esencial de la tutoría de grupo) y alumnos. Las variables esenciales: definición de normas, modelo de gestión de conflictos, defensa y soporte de los más débiles y con más dificultades y arrinconamiento de cualquier conducta de trato degradante en el grupo.
Los objetivos trazados hacia la configuración de grupos-aula con sentido de pertenencia, orgullosos de su mirada hacia aquellos que viven situaciones desfavorecidas, Los objetivos orientados hacia la generación de una estructura en la que predomina la acción prosocial, la solidaridad, el cuidado de las personas y, por supuesto, la bondad inteligente, valiente, cercana, amable, cariñosa. El grupo como una tribu. El silencio o mirar hacia otro lado no es una opción. Es una renuncia que no se entiende en ese ambiente creado.
3. La tribu es el grupo. También el centro educativo, claro; pero el grupo es
el espacio natural. Pertenencia, apoyo ayuda, cuidado, solidaridad.
“Para
educar a un niño hace falta la tribu entera” (Proverbio africano)
La tribu no es, más bien no debería ser, un concepto
puramente teórico. Un término con el que, normalmente, todos nos sentimos
concernidos, más o menos, cuando es señalado como “caldo de cultivo” de la
educación Nos referimos a ese proverbio que reza que “para educar a un niño
hace falta toda la tribu”. Normalmente, todos asentimos, cercanos a esa
mirada. Esto es cosa de todos. Pero suele haber un problema con este tipo de
narrativas. También va de frases muy conocidas… Unos por otros, la casa sin
barrer.
La tribu, claro, es la tribu. Hasta ahí todos
llegamos. La familia, la sociedad, el modelo de organización social del que nos hemos
dotado, el entorno digital, la escuela. Y también, por supuesto, el
ordenamiento jurídico que define el statu quo de nuestras vidas en todos los
ámbitos.
Pero si nos quedamos ahí, acaba pasándonos lo que nos
pasa. Que no somos capaces de identificar que la tribu es también mi casa, mi
entorno familiar; que también es tribu la organización que mueve nuestros centros
educativos, el modelo que los define y les da identidad, sus valores y compromisos, el modo en que
interpretamos la forma de relacionarnos, de compartir, de colaborar, de dialogar
(o no), de construir de forma combinada.
Y, por supuesto, también es tribu, y esencial en el corazón y el alma de estas reflexiones, el espacio físico, psicológico y relacional que constituye nuestro grupo-aula, siempre en perspectiva compartida con las familias del mismo, y con su necesaria implicación. Esta es una tribu extraordinaria, sobresaliente, aventajada. Un lugar y un tiempo para crear una manera de orientar la compleja tarea de entender que no estamos solos, que habrá cosas y situaciones que no nos gusten nada, que no siempre nos encontraremos exultantes, que todos y cada uno de los que formamos el grupo tendremos días malos… Que tendremos ganas de llorar, pero que también reiremos.
El grupo-aula, un espacio privilegiado para crear identidad, sentimiento de pertenencia, orgullo de convivencia, miradas cómplices. Ese es el entorno, el contexto en el que es necesario invertir (tiempos, espacios y dignidad en la tarea de la acción tutorial) si pretendemos dibujar nuestro horizonte ligado a la generación de entornos protectores de la infancia y la adolescencia, entornos seguros, inatacables, tranquilos. Espacios donde las dificultades y los conflictos se gestionan, “lavan” y tratan con la participación de todos. Y, sobre todo, lugares donde se habla de las cosas que nos preocupan, se atiende y cuida a aquellos que viven mayores dificultades.
Y, no dejemos de tenerlo en consideración, también puede ser grupo un pequeño grupo de compañeros que acompaña, ayuda, da sentido de pertenencia y sostiene a un alumno en situación de vulnerabilidad en el ámbito que es objeto de reflexión. Muchos niños y niñas que han o habían vivido situaciones de maltrato entre compañeros sostenido en el tiempo han sido capaces de expresarlo de manera incuestionable y explícita: "A veces basta que un compañero me muestre su apoyo, que se siente conmigo, que está conmigo durante el recreo... Que diga, con su conducta y actitud, que nunca me va a dejar solo, que también él es mi fuerza". En ocasiones, su mirada lo es todo, su compañía, unos sitios delante o detrás de mí. Saber que está pendiente. Y que todos lo saben..."
La bondad de última generación
Diez competencias que hacen a algunas personas alguien especial
Los destacados
En la vida, a veces, uno tiene la fortuna de encontrarse con personas destacadas. Se le identifica bien. Cuando hablan y también cuando guardan silencio y simplemente están. Notamos que sobresalen. Pero por su bondad. Por su capacidad para enganchar, para sumar, unir, construir. Y lo hacen acariciando, con suavidad. Su voz suena casi débil, como si no quisiera casi sonar. La opinión, su opinión, surge tranquila, sencilla, humilde, discreta. Casi sienten rubor al expresarla. Y resaltan la duda, la incertidumbre. La infalibilidad les da pavor, se escapan de ella. La arrogancia les entristece. Simplemente se van, o se callan. Están y miran, pero ya no están. Se han ido, con la mente, y con el corazón. Y, por supuesto, con el alma. Se han marchado. Aunque su cuerpo, su rostro y mirada estén todavía ahí.
Su presencia se hace notar. Pero es su capacidad para escuchar lo que llama la atención. Y encontrar el lado bueno de aquéllos con quien comparte rato, espacio, conversación, comida, café o paseo. Viven, casi, de modo vicario, de la felicidad de los demás, de sus buenas sensaciones, de verlos reír, sentir, asentir, vibrar, hablar, expresar, saltar. Saltar de alegría… Viven, casi, de la alegría de aquéllos con los que camina. Y para ella. Porque quieren. Porque aman. Por su bondad. Y tranquilidad. Por la tranquilidad que dan, que trasmiten.
A veces uno encuentra a personas que dan paz. Que te hacen sentir en paz. Que hacen que tus preocupaciones sean menos preocupaciones. Que tus cuitas, menos cuitas; tus penas, menos penas. Su mirada captura tus intenciones, reduce la tensión, conduce la energía. Tu energía. Que quiere salir, impulsarte, encontrar la salida, escapar del dolor. Y están ahí. Su presencia, su mirada cómplice, cariñosa. Su bondad. En cada gesto, en cada silencio, en cada cuidada palabra. Saben que saben, pero piensan que saben poco. Y están convencidos de ello. Y respiran y trasmiten humildad. Hasta cuando la duda, esa duda que adoran, no aparece; en sus palabras. En su discurso. Y ahí, en ese momento, suelen darse cuenta. De que probablemente no tengan razón. Al menos, no toda. Y tienden a parar, a callar. A retirar la posible certeza de lo dicho. A matizar, y advertir. Es solo una opinión. Nacida y crecida de la sabiduría de muchos. Nunca de ellos. Y admiten que se equivocan con frecuencia. Y hoy, aquí y ahora, puede ser uno de esos momentos.
Hay personas que destacan. Precisamente, por no destacar. Por caminar silenciosas, por huir del ruido, de la aseveración concluyente. Incontestable. Por incomodarse con la petulancia. Propia o de otros. Les repugna si caen, ellos mismos, en ella. Se miran y sienten vergüenza. De sí mismos. Y procuran aprender. Sobre todo, de sus propios errores. De sus equivocaciones. Porque los errores, cuando son de los demás, casi ni existen. Todos tienen su explicación. Y con ella, y hasta sin ella, el abrazo cálido de comprensión, casi de mimo. De confianza y complicidad. De esos que dicen: “estoy aquí, a tu lado, sobre todo, ahora, cuando piensas que no mereces nada…” Y no es verdad. Porque nunca es eso verdad. Eso de que no mereces nada. Especialmente cuando te equivocas.
Porque el error, cuando es de otro, es el germen de crecimiento, de quien lo comete. Y acompañar y querer, ahí, en ese momento, es lo pertinente. Para ellos, los destacados. Lo que vale. Lo que ayuda. Lo que cuida. Porque los otros son, siempre, los más importantes.
Esos son los destacados. Te dan paz. Calladamente. Humildemente. Solo ves bondad. Y, claro, eso lo es todo. Y te hacen sentir que todo, todo, merece la pena. Ven lo mejor que hay en ti. Y lo muestran orgullosos. Y nos hacen, al menos, por momentos, verlo. Y sentirlo. Y, también, sentirnos orgullosos de ello. Encontrarlos, a veces, es cuestión de suerte. O no. Hay que mirar y acercarnos. Yo he tenido esa suerte. Y es especial.