Publicado en Autoridad,
disciplina y educación. Tres palancas del entorno escolar. Págs. 37-44. El
Corte Inglés, 2012.
La
autoridad del profesor es imprescindible en el desarrollo de un sistema
educativo de calidad y, por ende, en la ejecución de buenas prácticas en el día
a día de nuestras aulas. A continuación se exponen algunas ideas que soportan
la construcción de un buen modelo de autoridad del profesor en la
escuela del siglo XXI. Y de un buen modelo de adulto implicado en la educación
de nuestros niños y adolescentes en el siglo XXI.
1. Un buen ejemplo de autoridad del profesor solo puede
concebirse, por encima de todo, como un modelo de ser y
estar con uno mismo y con los demás. Una forma de estar con uno mismo, de
exigirse, prepararse, implicarse; de saber dar, de querer dar. Una forma de
comportarse con los demás que prima la flexibilidad, la amabilidad, el afecto,
el respeto y las expectativas positivas de los resultados a conseguir. Un
modelo que pasa por saber mirar, hablar y comunicar, preocuparse por el otro y
tener siempre una palabra de aliento en el disparadero.
Calma y actitud optimista son sus herramientas fundamentales, las troncales.
2. Debe entenderse en el contexto del ejercicio de
habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes que favorecen la actividad
imaginativa, creativa y crítica de sus alumnos. Pero esto no es posible sin la
oportuna dosis de esfuerzo y diligencia en su tarea cotidiana, valores que han
de ser inherentes al propio comportamiento del profesor en su quehacer diario,
en su modelo de estar y trabajar con sus alumnos.
3. Y, claro, un buen ejemplo de autoridad del profesor ha de promover, asimismo,
el esfuerzo, el autocontrol y la automotivación en el alumnado con el que se trabaja. En el proceso de enseñanza-aprendizaje que se desarrolla en los
centros educativos entiendo imprescindible trabajar específicamente este tipo
de valores con los alumnos. Todo ello sin perjuicio del necesario caldo de
cultivo que padres y madres han de habilitar con el ejercicio saludable de
instauración y desarrollo de rutinas y hábitos con sus hijos.
4. Un buen ejemplo de autoridad del profesor implica
también saber. Por supuesto, conocimiento esencial y adecuada formación
continua. Adecuado manejo de
las disciplinas y contenidos curriculares y de las destrezas didácticas y
pedagógicas esenciales. Capacidad
para trasmitir, generar interés y motivación. Implica el desarrollo de
habilidades y competencias didácticas. Aquéllas que son capaces de captar la
atención, de habilitar adecuadas dosis de concentración en aquellos con quien
se trabaja, para los que se trabaja. En aquellos que ven construir, con sus aun
endebles ladrillos conceptuales, un mundo con sus tiempos, normas y procedimientos.
Un mundo que puede ser entendible y, por supuesto, mejorable.
5. El buen ejemplo de autoridad del profesor implica,
inexcusablemente, dosis altas de
ilusión por lo que se hace, por lo que se cuenta y explica, por lo que se dice.
Ilusión que se palpa en el ambiente, en cada palabra, en la forma en que se
abordan los contenidos, incluida la propia relación con los alumnos, el interés
por lo que entienden y capturan, por lo que incorporan en sus mentes y
corazones. Trasmitir ilusión, energía, interés, compromiso, implicación...
6. La buena autoridad del profesor no puede ni
debe estar reñida con la trasmisión de
afecto, de preocupación e interés por la persona, no solo por el alumno con
el que trabajamos diariamente. Detrás de cada alumno hay una persona con muchas
dudas. Y que suele confiar en los adultos con los que convive y mantiene
relaciones significativas. Mucho más de lo que nos parece. Y mucho más de lo
que ellos son capaces de expresar con palabras. Un alumno que crece,
recordémoslo, sobre la base de la confianza en los que nos cuidan, educan,
protegen y enseñan. La seguridad emocional como eje del recorrer las vidas que
nos toca vivir. Esa es la herramienta básica. Y el profesor, desde su
autoridad, ha de contribuir sensible y notablemente a la construcción sólida de
aquélla, germen de la identidad sustantiva del que crece. Su as en la manga, el ¡tú puedes, confío en
ti! NUNCA olvidaremos a
aquel profesor que supo acercarse a nosotros cuando fallamos, cuando no
supimos. Aquel que nos miró y acertó a darnos la mano, el abrazo sosegado.
Levantarse es más fácil cuando te ayudan.
7. En este modelo de autoridad que estamos
intentando describir, el coleguismo (perdón por la patada al
diccionario) no tiene demasiada
cabida. No funciona ni a
corto ni a largo plazo. Tampoco a medio, claro. Este tipo de relación entre
profesores y alumnos representa una suerte de derivada perversa del ser-amigo-de-nuestros-hijos. Tampoco funciona, ni mucho menos.
Provoca confusiones indeseables, vías de comunicación y resolución de
conflictos escorados desde su origen. Las cosas en su sitio, nosotros en el
nuestro y cada uno en su papel. Nos jugamos demasiado en el día a día. Y lo que
aportan padres y educadores no puede situarse en la misma órbita de influencia
de las relaciones entre amigos e iguales en general.
8. Un buen ejemplo de autoridad del profesor en el siglo
XXI sitúa el trabajo de este en un papel esencial de
mediador entre los muy diferentes espacios y rutas para el conocimiento
existentes en la actualidad y en claras vías de expansión y desarrollo en los próximos años. Las
incorporación de las TIC como hecho y vivencia nuclear en la vida de nuestros
niños y adolescentes y su aplicación al mundo de la práctica educativa dibujan
un escenario docente en el que la mediación entre los diferentes conocimientos
disponibles (y son, más que nunca, incontables) ha de convertirse de manera
específica en el eje vertebrador de las acciones del profesor. El acceso de
niños y adolescentes al mundo del conocimiento (en sus muy diferentes ámbitos)
a través de la Red y las TIC en general (existen, por ejemplo, videojuegos de
gran poder didáctico) es inconmensurable. El papel del profesor y el ejercicio
de su autoridad como docente y educador debe incardinarse en este marco
interactivo en el que no solo el uso, sino especialmente la creación
inteligente de contenidos y el manejo creativo de los mismos puede situarnos en
la sociedad del conocimiento que todos realmente deseamos.
9. Un buen ejemplo de autoridad del profesor se construye y gana
en el día a día, a través del
esfuerzo, de las aptitudes y actitudes desplegadas, de los valores inherentes a
la persona que ejerce esa autoridad de saber y de saber estar con los demás.
Difícilmente se otorga desde el exterior. Por imposición y catálogo. Pero no es
menos cierto que hay determinadas cosas que contribuyen a favorecer un clima de
respeto hacia la autoridad del profesor (al menos del modelo del que hablamos
aquí) que, sin duda alguna, pueden contribuir a mejorar el escenario relacional
entre adultos y alumnos que es de referencia. Por una lado (1), el modo en que
padres y madres (y el entorno social en general) hablan de y tratan la institución docente. El modo en que
la consideran, la respetan y la interiorizan como esencial en la educación y
formación de sus hijos. El valor que atribuyen a su función, el modo en que
creen en los profesores y su influencia. No vivimos tiempos buenos en este
ámbito. Negarlo es una necedad. Y las cosas no están como para tirar cohetes si
pensamos en cómo resolver esta situación. Es imprescindible invertir la
tendencia. Y , para ello, somos necesarios
todos. Pero también los propios profesores, todos nosotros, con nuestras
actitudes diarias, nuestro modo de proceder, de abordar el día a día, con
nuestra manera de habilitar la relación con los padres y la comunidad educativa
en su conjunto. No sería desdeñable tampoco una reflexión por parte de nuestros
medios de comunicación. A lo largo del día son incontables, la gran mayoría,
las experiencias exitosas del hecho educativo. Alguna que otra vez sería bueno
ver su relato en las pantallas televisivas o en la prensa escrita. Buenas
prácticas, buen trato, éxito para todos, incluso en escenarios altamente
desfavorecidos. Esto lo consiguen no pocos centros, no pocas comunidades
educativas, no pocos profesores, padres y alumnos. Por otro lado (2), tampoco
hay que desdeñar las iniciativas legislativas que pretenden poner negro sobre
blanco la necesidad en esta materia. No
son la única herramienta, pero ayudan. Así lo creo, sinceramente. En la
convivencia no puede valer cualquier cosa. Y las normas no sobran. Todo ello
sin perjuicio de considerar sin ambages ni recovecos que la convivencia
pacífica y respetuosa se construye en el día a día, con adecuados MODELOS de
trato y relación, con la escucha activa y la resolución dialogada de los
conflictos.
10. La autoridad del profesor se gana, sí. Se
construye, también. Pero se
asienta en gran medida en el modelo de autoridad, trato, relación y respeto que
se desarrolla en el entorno familiar. No
es una exageración desvelar que en estos últimos treinta años se ha producido
una modificación sustancial de las condiciones que afectan a la educación de
los hijos. Y, probablemente por la incuestionable influencia de un mundo que
camina a pasos agigantados hacia la prisa permanente (lo estamos ya, en
realidad) y la completa e inexorable ocupación del tiempo en actividades
desarrolladas fuera de nuestras casas, las cosas han cambiado mucho, en
especial, las prioridades educativas, qué, cómo, por qué,
para qué y cuándo hacemos con
nuestros hijos, el
relativismo y tibieza de gran parte de los referentes utilizados en los modelos
de gestionar el día a día en su educación o el tiempo que les dedicamos. Algunos ejemplos muy próximos de
lo que decimos, el tiempo (excesivo a veces) que pasan muchos niños y niñas de
corta edad en servicios de atención a la infancia, la carga de actividades
extraescolares a la que asimismo se les somete, las condiciones desequilibradas
en que niños y adolescentes organizan sus tiempos y actividades (actividad
física y deporte, uso de TIC, ver TV, tareas escolares, relación con otros
miembros de la familia…), el uso desmedido de la habitación personal (su auténtico sancta sanctorum) como espacio para el ocio y
divertimento y, en no pocas ocasiones, para la relación con otros en el mundo
virtual…
Javier Elzo
define con mucho acierto y pocas palabras lo que él denomina “tesis de la
socialización” para explicar los comportamientos de adolescentes y jóvenes en
la sociedad actual. Los jóvenes
de hoy, dice, se socializan más por experimentación que por asunción crítica de
los proyectos heredados de los agentes tradicionales de socialización. En
primer lugar porque estos (familia, escuela, Iglesia, etc.) o bien tienen poco
predicamento entre los jóvenes o no tienen predicamento que ofrecer y, en
segundo lugar, porque han surgido nuevos agentes de socialización (nuevos por
no existentes anteriormente o nuevos por el diferente peso que han adquirido)
que entran en competición con los agentes tradicionales. Las TIC son un buen ejemplo de lo que
estamos diciendo. Los últimos acontecimientos ligados a las redes sociales y su
tremendo poder de convicción y “contagio” son un referente claro.
El papel de
la educación familiar no puede delegarse. Ni obviarse. Ni olvidarse. Resulta
imprescindible en la generación de hábitos saludables de relación, de
compromiso, de interés por lo que nos rodea, actitud y ganas por estar, por
ser, por hacer y crecer. Y es imprescindible crecer en contextos con autoridad
y referentes, esto es, en contextos donde se proporcione de manera razonable
afecto incondicional, cuidado atento y disciplina consistente y normas claras
(Aguado, M.J., VVAA, 2010, pág. 56). Es imprescindible madurar con guías y
límites, estímulo y valores, con ilusión y respeto, optimismo y actitud
positiva. Es en este contexto en el que nacen y desarrollan principios
elementales de autodisciplina, valoración de los demás, de escucha,
solidaridad, empatía y esfuerzo personal.
Cuando en
la vida vale todo, enmudecen los valores importantes,
a saber, los que nos hacen sonreír, ayudar, querer, comprometernos,
ilusionarnos, crear, levantarnos cuando tropezamos, respetar y respetarnos. La
mayor parte de padres y madres saben lo que tienen que hacer. No es necesario
realizar alardes. Educar con actitud, calma, cariño, respeto y referentes
claros. Y alegría. Y esfuerzo.
Algunas
habilidades del buen profesor. Ganarse la autoridad desde el prestigio:
(Aportaciones
de las alumnas y alumnos de la asignatura de Técnicas de
Comunicación y Asesoramiento para Técnicos de Educación Infantil, Curso 2011-12)
- Respeto
-
Flexibilidad
- Paciencia
-
Comprensión
- Trabajo
- Equlibrio
- Esfuerzo
-
Dedicación
-
Tolerancia
- Empatía
- Cariño
- Apoyo
-
Sentimiento
- Criterio
- Autocontrol
- Interés
-
Conocimiento
- Alegría
- Dinamismo
-
Creatividad e imaginación
LA AUTORIDAD DEL PROFESOR.
ResponderEliminarEn mi opinión un buen ejemplo de autoridad en el profesor está implícito en aquellos profesionales, qué influenciados por el contexto social multirracial presente en un sin fin de aulas actualmente, desarrollan y presentan, ante su alumnado, una educación intercultural, la cual persigue que se lleve a cabo una educación común para las diferentes culturas que forman actualmente nuestra sociedad.
La buena autoridad del educador está presente al mostrar, como valor implícito en él, su capacidad de comprensión, teniendo una actitud de acercamiento a su grupo y mostrando confianza en ellos, lo cual conlleva a que presente un espíritu democrático, teniendo la habilidad de hacer sentir a todos los miembros del grupo iguales.
Para ello debe poseer la capacidad de ponerse en el lugar del otro, saber escuchar y hacer saber al contrario que está siendo escuchado y entendido, pero para que se produzca dicho entendimiento, el maestro debe de poseer la capacidad de comunicarse con las personas y poder acercarse a su alumnado como hemos mencionado anteriormente, mostrando interés y conocimiento por las diferentes culturas presentes en los miembros de su grupo.
Para que se lleve a cabo el desarrollo de la educación intercultural, el maestro debe ser transparente, honesto y sincero, sabiendo controlar sus propias emociones y teniendo una visión objetiva de la realidad, dejando al margen tanto las propias creencias religiosas como políticas, que aun no compartiéndolas es licito respetarlas.
Como se menciona en el blog, la autoridad del maestro implica poseer un conocimiento esencial y una continua formación, por lo que en este caso, nuestro contexto social induce a dichos maestros, cuyo principio fundamental de autoridad es desarrollar una educación intercultural, a formarse en las distintas raíces y creencias de su grupo, mostrando al resto de los alumnos tanto las similitudes como las diferencias que los unen a todos como iguales en un mismo grupo.
En conclusión y desde mi punto de vista considero fundamental para la buena autoridad del maestro, que muestre interés por cada uno de los intereses que muestran sus alumnos buscando un punto de equilibrio que desemboque en la unión del grupo y cuyo fin es perseguir un único objetivo, la educación.
Por: Tamara Coca González.
Alumna: ¿Qué es la autoridad?
ResponderEliminarLa autoridad es una manera de comportarse, bien sea por parte del que educa como por parte del que recibe esa educación.
Es una actitud en el que indistintamente unos u otros quieren dejar claro en el “escalón” que cada uno se encuentra. “Escalón” llamo al trato, al respeto y a la relación que uno puede llegar a tener o no tener por ambas partes.
Dentro de esa manera de ser englobamos que el que tiene la autoridad tiende a poner normas, limites… de lo que se puede y no se puede hacer, siempre desde el punto de vista que el/ella tiene el poder y que lo que digan así se hará. Este tipo de personas nunca llegan a preguntarse si la otra persona esta de acuerdo o no y tener autoridad no quiere decir no poder escuchar a la persona o personas a la que se dirigen, ya que se puede tener autoridad y también hablar con los demás, e incluso no se pierde la autoridad por poner las normas todos juntos, con la colaboración del resto, para así poder dar la palabra a las demás personas.
Yo creo que muchas veces se confunde autoridad con imposiciones, dar ordenes…y nunca debemos olvidar que aun teniendo autoridad puedes acercarte a las personas y conocer que les motiva, que les ocurre cuando las ves que no están bien, hablar con ellas… y no por ello se pierde esa autoridad de la que muchos se aprovechan desde el punto de llegar a pensar “tengo la sartén por el mango…” y NO es así, autoridad no significa poder hacer lo que quieras ante esa persona simplemente el que toma el mando de autoridad es la persona que se encarga de que todo vaya bien y que todo se este cumpliendo como debe ser, digamos que de encaminar al grupo.
Por: Laura Álvarez Botello
Precioso!
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