Esto no es como empieza, sino
como acaba: competiciones deportivas.
José Antonio Luengo
Publicado en Web del Getafe C.F.
En la actividad deportiva, y, en general, en cualquier actividad
de medio o largo recorrido que tenga que ver con nuestra vida, todos hemos
experimentado que una cosa es cómo empezamos y otra, en no pocas ocasiones cómo
termina. Nos preparamos, miramos hacia un lado y hacia el otro, inspiramos
profundamente y nos decimos “allá voy,
que sea lo que Dios quiera…”
Lo correcto, lo lógico y
razonable es prepararse bien, orientar bien la mirada, escuchar lo que suena a
nuestro alrededor, interpretar las muy nombradas sensaciones, y lanzarse. Empezar a andar,
sabiendo que el camino suele ser largo, que surgen imponderables,
circunstancias no esperadas. Mirar al final del camino, anticipadamente, es un
error. Imperdonable. Que suele pasar factura. Suele funcionar mejor la
estrategia del paso corto, el paso a paso, peldaño a peldaño, el “partido
a partido” al que tanto partido ha sabido sacar un entrenador, un
grupo humano y un equipo de fútbol por todos bien conocido.
Empezar no es fácil, no suele
serlo. Nunca se está del todo preparado para iniciar los procesos. En el mejor
de los casos, tenemos la sensación de que hemos hecho lo que teníamos que
hacer, que hemos dispuesto los mimbres esenciales para no solo no pasar apuros
sino, y esto es importante, conseguir nuestros objetivos, los retos que dan
marca y valor a nuestra empresa. Del tipo que sea. Pero solemos empezar, dar
los primeros pasos; notamos cómo nuestros músculos van adquiriendo el calor y
tono adecuado para trazar las líneas que deseamos trazar, ir de aquí para allá
como estaba previsto. Nos lanzamos y confiamos en nuestra preparación y, claro,
en nuestra intuición y también preparación para dar respuesta a las
incomodidades, a los tropiezos y caídas, a los sinsabores de avanzar a una
velocidad menor de la prevista. Tiramos hacia adelante sabiendo que es lo que
queremos o, al menos, lo que debemos hacer. Aunque observemos cómo se tuercen
determinadas líneas maestras que definimos en su día como reglas de oro para el
éxito en el trayecto. Y, sobre todo, en el final del mismo.
En el deporte de competición
uno no sale solo de la línea de salida. Más bien al contrario, se ve acompañado
por otros participantes en la travesía.
Otros que han buscado el estado de preparación óptimo para llegar bien al final
de la misma. Incluso a costa de empezar con menos intensidad y fuerzas.
Sabedores de lo largo que es el camino y de la necesidad de secuenciar
adecuadamente el paso, y encontrar la óptima competencia en los momentos en que
se entiende va a empezar a venderse el pescado…
Salimos, empezamos, todos juntos. Miramos a nuestros lados en la
línea de salida y vemos legionarios que, en sus equipos o clubs, van dar
la vida por competir, por seguir en las adversidades, continuar, levantarse
tras las caídas y llegar a lo máximo. Conseguir la meta que se han trazado, que
han dibujado en función de varios parámetros, entre los que se encuentran,
claro, los mimbres con los que cuentan, el talento y calidad de los integrantes
del grupo.
Solo uno alcanzará la meta
máxima, a saber, llegar el primero. Y, por tanto, situar como fracaso no
conseguir ese objetivo puede ser el principio del fin para la mayoría de los
participantes en la carrera. Una carrea auténticamente de obstáculos, en el que
las lesiones, la falta de cohesión del grupo, la pérdida de identidad de éste,
el entrar en depresión tras los primeros resultados negativos y el mirar demasiado
lejos, no centrándose en la responsabilidad que tenemos en cada entrenamiento y
en cada segundo de cualquier partido que disputamos.
El secreto es, por supuesto,
que cada equipo establezca sus objetivos con sentido común y criterio
razonable. Para el 90% de los clubs que inician una temporada, dependiendo de
las categorías y deportes, el norte, el objetivo, no será llegar a la meta en
primer lugar. Más bien puede ser quedar entre los cinco primeros, o, incluso,
mantenerse en la categoría. Porque pesan mucho las herramientas con las que
cuentan unos y otros equipos diferencialmente. La cantidad y calidad de la
plantilla, el presupuesto, el apoyo de las aficiones…
Pero ahí también está el éxito
dibujado. Por tanto, es imprescindible fijar bien los objetivos, situar
adecuadamente los posibles inconvenientes que puedan ir surgiendo, marcar bien
los tiempos de evolución del equipo. Y, sobre todo, no dejarse llevar por las
ansiedades cuando no se empieza del todo bien. El secreto en las carreras
largas es no mirar demasiado al frente. Analizar lo que va pasando. Con
honestidad. Modificar sin miedos lo que no está funcionando. Y pensar que uno
alcanza su particular éxito mirando y mimando cada entrenamiento, cada jugada.
Cada partido. Los corredores de maratón lo saben bien: paso corto,
análisis de la activación, capacidad para distanciarse y descargar la ansiedad,
y mirar la distancia que tengo que recorrer en los próximos dos o tres pasos.
No mucho más.
No todo acaba como empieza. O,
a veces, sí. Depende de muchas cosas. Pero evitar el nerviosismo e ir paso a
paso, cuidando el grupo y los mimbres con los que se cuenta es absolutamente
imprescindible. Cuando uno hace lo que tiene que hacer en cada minúscula
secuencia del trayecto, al final las cosas suelen salir bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.