Entrevista en RTVE (Canal 24 horas)
No estamos hablando de cualquier cosa. La violencia entre iguales es un hecho. Representa un hecho, una evidencia. Pero no podemos negar el impacto que produce su grabación en dispositivos digitales; más allá del hecho deleznable de la dureza de cualquier tipo de violencia física, sin perder de vista, claro, la violencia verbal o la exclusión, se encuentran los comportamientos de apoyo e instigación a la agresión. Esos que manifiestan quienes no participan de manera explícita y directa en el acto en sí, pero dan cobijo y tejido expansivo a los mismos. Esos que sostienen, e incluso aúpan y enaltecen, el acto ominoso. Jalean, ríen, comentan. Y, en ocasiones, por supuesto, capturan el momento. Lo graban en sus dispositivos digitales. Y lo difunden. Ellos mismo u otros. Trasladando el oprobio y la inmundicia. De dispositivo en dispositivo. Multiplicando la ignominia, la afrenta.
El dolor físico queda así relegado a un lugar secundario. Prima la afrenta al honor mismo, a la dignidad de la persona agredida, que se convierte así en un tentetieso. Castigado por una irrefrenable agresión sostenida.
Pero, y esto es también relevante, no podemos demonizar a la adolescencia; ni a la juventud. Porque sería injusto, desproporcionado. Pensar en el modelo que aporta el mundo adulto, en sus múltiples y diferenciadas manifestaciones, es imprescindible.
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