Educar en el buen
uso de las TIC es cosa de todos: el modelo del comportamiento adulto, hoy.
José Antonio Luengo Latorre[1]
Esto es cosa de todos
Las TIC, en sus diferentes formatos de redes sociales
especialmente, suponen, hoy, el escenario de desarrollo personal y social más
habitual. Y no solo entre adolescentes y jóvenes. Conviene, de modo
introductorio, fijar algunas cosas que, sin duda, forman parte del tejido
esencial del contenido que vamos a abordar. Estamos ante un reto educativo, sin
duda alguna; pero también, y no podemos ni debemos mirar hacia otro lado, ante
un reto ético. El reto de un compromiso, De todos y entre todos. Porque esto no
es solo un asunto que concierne a la vida de los pequeños en crecimiento.
Implica y nos implica a cada uno de los
que configuramos el llamado mundo adulto. Y no solo porque somos y
representamos un modelo de comportamiento, aspecto éste de gran relevancia.
Sino porque este es un asunto en el que como sociedad hemos de estar
comprometidos.
Las Tecnologías de la Información y de la Comunicación
representan parte del ayer, un hoy intenso y un mañana imprescindible. Pero
también inquietante. Qué mundo queremos y qué papel han de jugar las TIC en él.
La Información, incluso la Comunicación (entendida ésta como trasmisión de la
información) han supuesto un avance sustantivo en nuestras vidas, con marcado
balance positivo en la evaluación de pros y contras de su desarrollo. Es el
fenómeno de la Relación en las redes (habría que incorporar la R en el
acrónimo) el que de una manera palmaria configura el escenario de efectos
indeseados e indeseables, de riesgos y esquinas oscuras, en el cotidiano uso de
los senderos y dispositivos digitales por unos y otros, niños, adolescentes,
jóvenes y adultos… Es el mundo de los sentimientos, emociones, deseos,
ansiedades, inquietudes, anhelos el que, enmarcado en la magia de la
instantaneidad de nuestros dispositivos y aplicaciones, se convierte en un
escenario de conductas con marcadas muestras ya, desde hace más de diez años,
de uso inadecuado. E inquietante futuro. Es en este terreno en el que lo seguro
se torna resbaladizo, en el que lo que uno entiende discreto torna, en décimas
de segundo, en primera plana, en el
que el susurro se convierte en grito, estable y permanente. Es ahí donde han
surgido, surgen y surgirán las controversias más intrincadas del uso de las
TIC, ¿o TrIC? (Gabelas et al., 2012)[2].
Las relaciones humanas en el corazón de nuestro
comportamiento digital. Y el compromiso ético entre las personas, que ha de ser
abordado en la escuela, pero no solo. Ni
mucho menos. Todo ello forma parte de un
círculo de recorrido esencial en el comportamiento humano que adopta tintes de vicioso en no pocas circunstancia y
situaciones; y que, como sociedad madura, hemos de transformarlo en un camino
transitable de naturaleza virtuosa.
Un círculo, un camino vivo e intenso. Pero respetuoso siempre. Ciudadanía
digital ética como marco básico de conducta.
¿Dónde empieza todo? Antes de hablar de la esfera más
ligada a los entornos educativos reglados y planificados, donde se educan
nuestros niños y adolescentes, hemos de significar que, en paralelo, y con
notable influencia como modelo para
el crecimiento de los recién citados, los adultos hemos incorporado este
contexto interactivo como quien encuentra un tesoro. Un tesoro en forma de
dispositivo, más o menos grande… O mejor, más o menos pequeño. No son pocas las
experiencias que dan fe y detallan del grado de compromiso con el que hombres y mujeres asumimos esta andadura por
pantallas, terminales, programas, aplicaciones y nubes… Pero, claro, este asunto es cosa de adultos, y,
consecuentemente, ellos sabrán, claro. O no. Y no lo debemos saber muy bien
porque hemos alcanzado, en muy poco tiempo, cotas de sinrazón nada
despreciables. No son pocos los estudios que hablan de los abusos que sufren
los adultos en las redes sociales, por ejemplo. De especial interés en este
aspecto es la investigación realizada sobre abusos entre adultos en las redes
sociales por el Instituto Pew[3]
(2014); el estudio del centro de investigación Pew entrevistó a más de 3,200
internautas adultos en Estados Unidos acerca de su experiencia online. Y los
resultados son tanto sorprendentes como inesperados:
-
La ofensa más común de
acoso digital son los insultos y la humillación (27 por ciento de los
internautas aseguran que han sido ofendidos), y aunque el porcentaje de acoso
de naturaleza más severa es aparentemente bajo, es sin duda alarmante: 8 por
ciento de los encuestados afirma haber recibido amenazas de daño físico
mientras que 6 por ciento asegura que han sido acosados sexualmente.
-
Un 73 por ciento dice que
ha sido testigo de acoso digital.
-
Un 14 por ciento de los que
han sufrido de acoso digital dicen que el incidente les molestó de manera
extrema.
-
Un 47 por ciento se ha
enfrentado a sus acosadores a través de Internet.
-
Los hispanos y los
afroamericanos son más susceptibles a sufrir de acoso digital que sus contrapartes
anglosajones.
-
La brecha de géneros se
acentúa en este tema. Las mujeres son especialmente vulnerables al acoso
digital, particularmente de la clase sexual y del acecho (stalking[4]).
Es más, según el estudio desvela que 26 por ciento de las mujeres entre 18 y 24
años de edad han sido acosadas en Internet, mientras que otro 25 por ciento ha
sufrido de acoso sexual.
No son escasos, asimismo, las evidencias de que el uso
y abuso de las redes sociales en el comportamiento relacional entre adultos,
jóvenes y menos jóvenes. La revista Cyber
Psychology and Behaviour Journal ya alertó en 2013 de que 28 millones de
parejas en el mundo podrían haber roto su relación por culpa del uso de las
redes sociales y determinadas aplicaciones. Y no ha dejado de investigar sobre
el tema[5].
Relaciones y redes sociales. Parejas,
redes sociales y TIC, una relación de amor odio[6]. Datos de
un estudio realizado por el Pew Research Center (2014). Todo un mundo por
descubrir. En el que los usos, las costumbres, los modos y maneras del mundo
analógico dejan de tener sentido y penetración. Sonrisas, abrazos, miradas,
besos, propios del mundo físico, dan paso a habilidades
expresivas en los teclados en las que el mundo de los emoticonos emerge con
marcada influencia.
Nuevos escenarios: La identidad “i” del mundo digital
Vivimos hiperconectados[7] (Luengo,
2014). Así parece que vivimos. Todos, o casi todos. Inmersos en una maraña de
comunicaciones, redes, contactos y dispositivos. Conectados a la red, a las
redes, a los contactos, a las noticias, a lo que pasa en el mundo. Absorbidos
en no pocos casos por la necesidad de conocer, de saber, de influir o ser
influido. Por mensajes, eventos. En forma de texto en el WhatsApp, esta aplicación de mensajería multiplataforma que ha
desplazado de manera drástica la interacción a través de SMS. O en forma de Tweets,, como el sonido,
breve pero intenso, de un pajarito.
140 caracteres para decir, para expresar, comentar, opinar, decir,
relacionarse. Aspectos que han puesto de manifiesto cómo la escritura digital
desempeña un rol preferente en las
interacciones personales. Difícil es, en la actualidad, superar la eficiencia y
comodidad del envío de mensajes o el chateo; sin duda, por su carácter
prácticamente instantáneo, por las posibilidades para copiar o reutilizar
mensajes o direcciones de Internet o enviar fotografías almacenadas en el
Smartphone; pero, especialmente, por la capacidad para enviar esos mensajes multimedia
a varios destinatarios (Fernández, 2013)
Hiperconectados con nuestros Smartphones, o Tablet, u
ordenadores portátiles. En cualquier sitio, a cualquier hora. Tablet y teléfonos móviles en la cama[8].
Ver películas, conectarse a redes sociales, revisar el correo electrónico, o
simplemente comunicarse con otros de modo instantáneo. Los dispositivos y, lo
que es peor, las 24 horas de cada día nos dan tiempo para todo.
Algunas de las conclusiones del estudio Los jóvenes y la hiperconectividad.
Tendencias, claves y miradas[9] (Reig
y Vílchez, 2013) detallan de manera clara la influencia de los Smartphone y sus aplicaciones más
relevantes en la vida de nuestros niños y adolescentes (aunque no solo), hasta
el hecho de marcar sus tiempos, y hasta sus espacios:
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Pero, como se ha dicho, este no es un asunto que
compete solo a los adolescentes y
jóvenes. Unos y otros, pequeños y grandes,
se hallan inmersos en nuevos escenarios. Implicados. Metidos hasta el fondo.
Surgen fenómenos especialmente singulares. Y también,
claro, su correspondiente denominación o sello conceptual: por ejemplo,
- Phubbing[10]: Un término que surge de la fusión de dos
términos en inglés; phone (teléfono) y snubbig (desairar,
despreciar, menospreciar). Dos palabras en una que vienen a definir una
situación muy frecuente en nuestro día a día. Una situación que marca el
ritmo de un buen número de experiencias de relación en las que las
personas implicadas físicamente pueden ignorarse durante el tiempo en que,
en teoría, están relacionándose.
- Alone togheter[11]: Juntos pero solos, o estar en cuerpo pero no en
alma…
- Nomofobia[12]: el término, que proviene del anglicismo “no
mobile phone phobia”, hace referencia a la ansiedad que sufren los
usuarios de teléfonos móviles cuando se quedan sin acceso a este
dispositivo o sin cobertura o sin conexión a internet.
- FOMO[13]:
Cada vez son más las personas que sienten
que su vida es mucho menos
interesante que la de sus conocidos y que tienen siempre la sensación de
estar perdiéndose algo. Las redes sociales, en las que solo se
cuenta lo bueno, se están convirtiendo en un nuevo elemento de agobio que
ya tiene nombre: FOMO, Fear
of Missing Out.
¿Y qué esperábamos? Tal vez hayamos abusado de asociar las
conductas inadecuadas en la red solo a niños y adolescentes. Pero es evidente
que las cosas no funcionan así. Consecuencias probablemente de lo que emana del
conocido dicho entrar como elefante en
cacharrería…
Un mundo, éste, en el que un nuevo homo domina la
tierra. En palabras de Ramón Cendoya (2013)[14], una
nueva era, en la que nuestros hijos y nietos son los hombres prehistóricos de
esta nueva especie, el homo digitalis[15]
Vivimos en un mundo marcado por señas de identidad
estrechamente ligadas al uso, en ocasiones inconmensurable, de las TIC. Un mundo
“i”.
- Impaciente, señalado por cierto grado de, intranquilidad
por algo que se espera o se desea: resultados de mis gestiones, respuesta
a mis correos o mensaje, valoración de lo que exhibo…
- Inmediato, marcado por la rapidez, casi la instantaneidad;
sin dilación.
- Imperecedero, perdurable para siempre. Lo que digo, muestro,
hago, exhibo… Ahí estará. Hasta hace muy poco, al menos, imborrable e inolvidable[16]
- Invencible, o indomable. La sensación de que desde la
pantalla de mi dispositivo y el teclado que manejo, todo es posible. Y soy
seré invencible.
- Infoxicado: La infoxicación[17]
entendida como el exceso de información. Es, pues, lo mismo que el information overload. Es estar
siempre "on", recibir centenares de informaciones cada día, a
las que no puedes dedicar tiempo. Es no poder profundizar en nada, y
saltar de una cosa a la otra. Es el "working interruptus". Es el
resultado de un mundo en donde se prima la exhaustividad ("todo
sobre") frente a la relevancia ("lo más importante").
Y en él, en este mundo, vivimos y nos relacionamos.
Nuestros chicos y adolescentes también claro. Tan claro como que los asuntos
turbios de este asunto no son cosas solo de chicos y chicas. Y que no todo es ciberacoso[18]
o grooming, siendo importantes, y
mucho, por supuesto. Hablamos también de la denominada por Carrie James[19]
(2014) ceguera ética, o de la hiperconectividad,
por ejemplo, y de una forma de relacionarnos, que, con pocas dudas, está
modificando sustancialmente el modo y las prioridades en el trato cotidiano. Y
esto, precisamente, no es baladí. Solo pensar que voy a cenar con algunas
personas y que acabamos (es un decir, porque puede pasar casi desde el
principio de la velada) cada uno tocando desenfrenadamente la pantalla de
nuestro móvil… Es como un mal. No menor.
[1] Es Licenciado en
Psicología, Asesor Técnico Docente de la Consejería de Educación en materia de
salud escolar, Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Educación
de la UCJC de Madrid y Vicesecretario del Colegio Oficial de Psicólogos de
Madrid. Durante 10 años fue Secretario General y jefe del Gabinete Técnico del
Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid. Es, asimismo, miembro del Consejo
Asesor de la Cátedra Santander “Derecho y Menores” de la Universidad de
Comillas de Madrid, Director Asociado de la Revista “Psicología Educativa” del
COP Madrid y autor de la Guía: Ciberbullying, prevenir y actuar.
@jaluengolatorre
[4]
Stalking es un término anglosajón que significa acecho y
que describe un cuadro psicológico conocido como síndrome del acoso apremiante.
El afectado, que puede ser hombre o mujer, persigue de forma obsesiva a
la víctima: la espía, la sigue por la calle, la llama por teléfono
constantemente, la envía regalos, la manda cartas y WhatsApp, escribe su nombre
en lugares públicos y, en casos extremos, llega a amenazarla y a cometer actos
violentos contra ella.
Ver también:
Ver también:
https://www.youtube.com/watch?v=tT0wng33N34
[8]
http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2013/03/20/actualidad/1363772793_463230.html
[9]http://www.fundacion.telefonica.com/es/arte_cultura/publicaciones/detalle/182#. Fundación Telefónica y Fundación
Encuentro (2013)
[14] Cendoya, R. (2013): rEvolución: del homo sapiens al homo digitalis
(Ed. Sekotia)
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