29 de septiembre de 2012

¿Existe el amor? Ocho razones para pensar en él seriamente


¿Existe el amor? Ocho razones para pensar en él seriamente
José Antonio Luengo

26 palabras, sus primeras palabras. Surgió de repente… nadie sabe de dónde, intuitiva, grácil, sencilla; y pertinaz, notable, sensible, risueña. Divertida, no. Más. Pero, ¿vino?, ¿vino de verdad? ¿O era un sueño?¿O, ya viniendo, se iba? Venía, se iba, columpiaba sus palabras, las mecía. Y me mecía. Aturdido. Me escapo, me escapo. No sigo. Quiero seguir, irme, pero no, mejor me quedo. Sus palabras… Iban, se encontraban, estables, agradecidas, sutiles, casi. Poco sutiles. A veces. Se encontraba, me encontraba, y, al final, me iba, siempre me iba. Sus palabras, encadenadas. A un sol, a una luna, a un mar invencible, endiablado, candoroso, triste en ocasiones. Locuaz siempre, valiente, atrevido, imperecedero. Insondable. Viva como un hada, a saber, imposible. Fugaz, casi etérea. Su mirada aparece, un día. Y Fulmina. Fulmina todo. Desde el fuego incombustible. La idea fugitiva. Me voy, me quedo, no duermo. No duermo, no puedo dormir. Casi caigo. Rendido. Levanto el torso, oteo, busco. Más allá busco. Y encuentro. Su mirada, en mi corazón, su espíritu, conmigo. Las ideas, comunes. Pero huyo, huyo; adiós, me digo, adiós le digo. Pero miento. Nunca hay un adiós. Pero marcho, en paralelo, cerca, ya duermo. Ya duermo. Y miro, Y llamo, la llamo. Sonrío. Su mano se acerca. El corazón explota. 26 veces explota. 26 veces brota. De nuevo. Y las palabras, más de 26 ya, brotan como la hierba, indómita, rebelde, fresca, como el aire fresco, como la brisa fresca, como la mañana fresca. Otra vez, y otra. Amar 26 veces. Como 26 palabras que brincan en la mente, dichas, redichas. Dirigidas. Certeras. Como flechas, sin veneno. ¿O es el amor, quizá, veneno?

(Poema anónimo)

El que no ama siempre, tiene razón. Es lo único que tiene (Antonio Gala)
Puede uno amar sin ser feliz; puede uno ser feliz sin amar; pero amar y ser feliz es algo prodigioso (Honoré de Balzac)

Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado (William Shakespeare)


¿Existe el amor? Pregunta cargada como un gran petardo. Te explota en los dedos. Quien dice dedos, dice rostro. O cuerpo entero. O corazón. Ahí sí. Ahí sí explota bien, cuando explota, porque no siempre lo hace. Hablar de amor es, o puede ser, abrir la caja de Pandora[1].  Pero sobre todo, sentir amor. La caja de pandora. A veces nunca mejor dicho. El poeta suele presentarla, a nuestra bella Pandora, como la primera de entre las mujeres, que, en sí mismas, traen el mal. En su obra Trabajos y días, Hesíodo nos narra que los hombres habían vivido hasta entonces libres de fatigas y enfermedades, pero Pandora abrió un ánfora que contenía todos los males  liberando todas las desgracias humanas. Ay!, Pandora. Independientemente de otras lecturas de la leyenda en cuestión, los hombres, los varones, no perdemos nunca tiempo para culpar de todos los males a las mujeres, y, sobre todo, en materia de enamoramientos y locuras de amor. Pandora, como referente de las fuerzas oscuras, los males que, a partir de un día, ya no dejaron de asolar nuestra siempre complicada vida. Alguno de sus efluvios, a los de la caja me refiero, han sido, desde la noche de los tiempos, los causantes de nuestros devaneos, de nuestros delirios y desconciertos. Cuando de amor se trata, se abren no una, mil cajas, mil y una tal vez. E inundan la vida, la vapulean, no siempre con dolor, muchas veces con placer, muchas, muchas. Pero la trampa está echada. Ojo con la trampa, con la celada, con el enredo. 
Pero, eso sí, si podemos echar la culpa de algo a alguien. Eso , a las mujeres, a las mujeres encarnadas en Pandora, con su caja-ánfora apoyada en sus generosas crestas ilíacas, mirándonos descarada, o no, a veces, tímida, con cara de no haber nunca roto un plato, indecisa incluso. Pero no nos dejemos engañar. Su mente rezuma premeditación y alevosía. La mujer, responsable de todos nuestros males en cuestión de amoríos. Lo peor es que los hombres nos creemos esta imbecilidad.  O, cuando menos, utilizamos este tipo de argumentos estúpidos para dar explicación a cosas que nos ocurren en estos asuntos. Como si solo existiéramos nosotros. Como si las mujeres fueran comparsas necesarias pero infames, indignas… tal vez pueda estar exagerando un poco. Pero no mucho, en realidad. Si rascamos, y no nos quedamos solo con lo que se expresa, bañado esto por una necesidad grande de no liarla.

¿Y qué piensan las mujeres de esto? Nos miran atónitas, y vuelven la cara. Suspiran, seguramente, como diciéndose, como diciéndonos, Madre mía. Yo creo que ellas son las que más saben y mejor ejecutan lo que supone amar, en el sentido amplio del término y en el más concreto del enamoramiento. Pero esto es una opinión. Escuchaba el pasado sábado a El Brujo, en su representación Las mujeres de Shakespeare, citar un diálogo fantástico de la obra Como gustéis (As you like it). Buena parte de la acción se desarrolla en el bosque de Arden, extensa masa vegetal en el condado natal de Shakespeare, Warwickshire, Las primas Celia y Rosalinda, protagonistas junto con otros personajes de la obra, se quieren mucho y la trama las sitúa huídas en el bosque, donde viven escondidas de las intrigas palaciegas de siempre. En una de sus conversaciones, las primas hablan sobre hacer algo para estar entretenidas y hacer algo divertido. Y Celia sugiere la posibilidad de que se enamoren, pero, claro, en broma… Rosalinda, lista como hay pocas, viene a contestarle, más o menos, si nos enamoramos en broma… dónde está lo divertido del amor? ¿Se puede ser más sabio? Difícil. Si nos enamoramos en broma, nunca, nunca nos divertiremos de verdad. Haremos otra cosa, pero… Claro, la diversión lleva aparejada, verdaderamente, las mariposas esas que dicen que revolotean por nuestras inquietas tripas y, cómo no, el estado de enajenación transitoria que nos ocupa y nubla nuestros sentidos hasta el punto de adorarlo todo, incluso cosas que unos meses o tiempo después, nos producirá picor. El amor no es divertido si es una broma. Y, claro, también, no siempre es divertido. El mal de amores sabe mucho de eso[2]
A lo largo de nuestra historia, el papel de las mujeres en torno a las experiencias amorosas ha sido representado con maldad y profundo desconocimiento en el imaginario colectivo, y, muchas veces, por quienes han dibujado personajes, más o menos conocidos, utilizados como ejemplos de estar o hacer las cosas en la vida. Ominosas visiones. Cargadas de tics y estereotipos sexistas. Ellas saben mucho. Y saben bien. Y saben más de lo que, realmente, supone amar. Creo, humildemente. 
Pero, escarbemos un poco. Busquemos en la sabiduría popular. Y en los poetas. Cómo. Cuándo. Qué. Por qué. Para qué. Amar. ¿De eso se trata, no? Al abrigo de ideas, poesías, canciones. Nos inundan, crean criterio, opinión, nos conmueven, alertan, orientan, entristecen, divierten, alegran…

1. Es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca[3]

Es difícil estar en desacuerdo. Absolutamente. No amar es, probablemente, lo peor. No haber amado supone la ruina, el desperdicio. No amar de verdad, es la negación, la nada. Pasar por la vida, sin más, adormecidos, casi alelados. Hay quien cree que ha amado y no. Hay quien cree haber amado por el mero hecho de haber tenido o tener pareja. Pero estamos hablando de otra cosa. De la experiencia de deshacerse, desear, dar, darse… Casi morirse. No amar, de verdad, es, sí, perder. Definitivamente.

2. Prohibido amar, sin amar

Apoyar esta idea… No es sencillo. Tal vez, mejor así, como sigue.
Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un día sin saber qué hacer,
tener miedo a tus recuerdos.

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus deudas y el mal humor.

Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles sólo cuando los necesitas.

Queda prohibido no ser tú ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.
Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro. 
Queda prohibido echar a alguien de menos sin
alegrarte, olvidar sus ojos, su risa,
todo porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente. 
Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen más que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha. 
Queda prohibido no crear tu historia,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita. 
Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual

¡Queda prohibido! (Atribuido a Pablo Neruda)
Prohibido, pues. Hacer como que sí, como que no, jugar, estar, hacer como que, medias tintas, tibieza, Amar es amar. No manchemos las palabras. Es decir, queda prohibido amar, sin amar. Hay cosas que deben prohibirse, ésta es una de ellas.

3. If you can't be with the one you love, love the one you´re with. 
O lo que es lo mismo, si no puedes estar con la persona que amas, ama a quien está contigo. A veces puede funcionar. Pero… No sé. No me parece un buen consejo. Práctico, puede entenderse, pero difícil de llevar a la práctica. ¿Podemos amar cuando no surge el amor? Me parece que no. Podemos hacer otras cosas. Pero, o se ama, o… se hacen otras cosas. El amor no es algo que uno, conscientemente, pueda habilitar, hacer brotar, sentir sin más. Obedece cuestiones viscerales, química, dicen, opciones; se da o no se da. Difícilmente se trabaja. Ternura, cariño, afecto, son posibles. El amor, dicen, gana batallas, o las pierde, no las narra.

4. Amores que matan, nunca mueren.

La canción de Sabina nos conmueve. Se adentra en lo más profundo del amor, y nos da una singular visión de lo que puede suponer y no. Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras por mí. Morir por alguien, por amor. Metáfora. Metáfora? Sí, metáfora. Mejor así. No se me va a ocurrir analizar lo que dice este maestro, ni loco. Pero sí subrayar la idea, casi una sentencia, un itinerario. Amores que matan nunca mueren. Es una frase que suele provocar asentimiento, afirmación. De su sentido. Aquello que te ha rasgado, te ha molido, desde el deseo y el corazón, nunca se olvida, nunca se retira. No se reabsorbe, ni recicla, ni descompone. Permanece, intenso. A veces latente. Pero vivo, muy vivo. Desconoces incluso su capacidad de presencia, permanencia, su cadencia y ritmo, su aroma persistente. Indeleble.  La intensidad, cuando penetra, invade, anega a veces. Pero, creo, hay que escapar. Esta experiencia anula. Empequeñece. Y es mejor seguir adelante. Con otras cosas en la mirada. Otras opciones, que alivien y dejen respirar.

Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.

Yo no quiero vecinas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.

Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero cortarme la coleta que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
brindar a tu salud.

Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardín;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.

Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin ti.

No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.

Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
(Yo no quiero, de Joaquín Sabina)
http://www.youtube.com/watch?v=jVPrIX1_FUU 

5. Celos, la gran trampa, el gran sufrimiento

No es sencillo pensar en un mundo sin celos. Y, particularmente, en un mundo sin celos en causas y cosas de amor. Pensar, imaginar, dudar, hasta sufrir. Probablemente sea un de las emociones más destructivas, demoledoras y corrosivas que podemos llegar a sentir. Pensar que… Imaginar que… En el fondo, y en la superficie, la inseguridad, la ausencia de poder y coraje personal. Los celos, cuando inundan, abruman, doblan el espinazo, escurecen el espíritu, ofuscan. El desasosiego, la ansiedad por la incertidumbre de perder… lo que “más se ama”. Pero, ¿se ama? La posesión como referencia, como parámetro desde el que medir las distancias, los recorridos, las expectativas, el presente, el futuro. Amar desde la posesión y el miedo.

Pero, ¿es eso verdadero amor? En el fondo, si dejan de quererte, mejor saberlo cuanto antes, ¿no? Es fácil decirlo, sí. La procesión irá siempre por dentro. Y por fuera, como la angustia, el vapuleo a la narcisista percepción de lo mío,  y de nadie más. Y es que no tengo remedio, da igual si te veo tu ausencia me asusta y si estas tengo miedo  que hacer con mi vida si estoy hasta el cuello  quiero dormirme tranquilo...y no morirme de celosEsta canción, de Revolver, nos mete de lleno en esa emoción, en ese sentir, duro, cansado, andar sin rumbo, anclado al miedo, a la inseguridad. En el fondo, el respeto a ti mismo comprometido. Y la dificultad inherente. Imposible vivir, difícil disfrutar. La respiración, la tuya, asociada a tener aquí, contigo, sabiendo qué ves, qué ven. La respiración, la suya, afectada por la certeza de que, casi, no puedes ser tú. Has de decir sin que tengas por qué hacerlo, mentir, casi, casi, sin necesidad. La obsesión, mayor o menor, es obsesión, al fin. Y limitación, tuya, y no solo. No solo tuya. Una patología, señalan algunos. Porque patológico es, al fin y al cabo, no creer en uno mismo y, por supuesto, no creer en los demás.

Yo solo quiero un tiempo, un tiempo pequeño
estirarlo como un chicle y convertirlo en eterno,
o mejor coger tu vida y grabarla en mil momentos
y llenarme los bolsillos de tus secretos y tus miedos

Lo cierto es que lo que quiero
es llevarme a todas partes
todo lo que no conozco y que revuela en tus sesos
rebozarme en tus recuerdos, antes de ser parte de ellos
transformarte transparente...
...y no morirme de celos  

No fabricarme fantasmas cuando me brindes silencios
ni convertir en delirios todo aquello que no entiendo,
tal como pasan los años más dudas respiro, no se supone que el tiempo y la molicie es lo mismo

Y es que no tengo remedio, da igual si te veo
tu ausencia me asusta y si estas tengo miedo
que hacer con mi vida si estoy hasta el cuello
quiero dormirme tranquilo...
...y no morirme de celos

  A veces enciendo las luces de noche,
para no verme envuelto en mis propias tinieblas
abro las ventanas respiro aire fresco
para que calme mi ansia...
...y no morirme de celos

(Tiempo Pequeño, de Revolver)
http://www.youtube.com/watch?v=7jLC7F6Yxag 

6. Libre te quiero…

El amor entendido como libertad. Como espacio para dar y recibir, sin pedir nada. Porque se da como si en cada acción te otorgase la luna, sentarte al lado del mar, ver amanecer. El amor enciende, sí, pero respeta. Acaricia, sí, pero no invade. Nutre, claro, pero no esclaviza. No inunda, abre, da opciones, confía, sonríe desde lejos, cree.
En ocasiones el afecto se trasforma en algo más, en un sentimiento de pertenencia que puede entenderse mutuo. O no. De vez en cuando el afecto muta y deviene en sentimiento puro de amor. Secuencia o correlato del flechazo... Discurso del enamoramiento, de mariposas en el estómago. Consecuencia de la química, del sentirse especialmente a gusto, de querer más, cada vez más. De vivir casi instalado en el otro. En el corazón y el alma del otro. Querer a alguien pero para mí. Quererle para disfrutarle. Quererle para tenerle, para estar siempre con él, poseerle, incluso. Es el momento del sentimiento en estado puro, de cierta locura posesiva, inocente o no. Consciente o no. Explícita o no. La pertenencia, la posesión... y la inseguridad. 

¿Querer? ¿Es eso querer? Libre te quiero, como arroyo que brinca de peña en peña..., pero no mía. Grande te quiero como monte preñado de primavera..., pero no mía... Blanca te quiero como flor de azahares sobre la tierra, pero no mía... Pero no mía, ni de Dios ni de nadie, ni tuya si quiera... (dice la canción de Amancio Prada). Amar es un sentimiento profundo y bello, pero solo desde la libertad, desde el respeto, la admiración, la complicidad y la risa; desde la empatía y el llanto compartido. Pero no mía. Pero no mía. Querer sin pedir, la sonrisa, la mirada transparente, la bendición de querer siempre lo mejor para quien se quiere, incluso si dejan de quererte.[4]

Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mío.
Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mío.

Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mío.

Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
se despereza,
pero no mío.

Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mío.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera. 
(Libre te quiero, de Agustín García Calvo, cantada por Amancio Prada)
http://www.youtube.com/watch?v=EN67WXyPSDs

7. El amor muda, se modifica, pero persiste, puede persistir

Reducir el amor al mero hecho de enamorarse representa una simplificación propia de argumento de telenovela. El amor como proceso, como ser vivo que crece y se desarrolla y, a veces, nunca, nunca, muere. Existe, vive. El amor que ama a través del tiempo, por encima de los cambios, cuando el príncipe que hemos sido, destiñe, incluso. El amor en la mirada, permanente, en la sonrisa, estable, en la caricia y cuidados, cada instante. El amor en la memoria, en el pensamiento, en el gesto, en la noche y en el día. Abierto, cercano. A través del tiempo, a pesar de él. El abrazo justo, la ternura justa, sentirse al lado, a su lado, cerca o lejos, siempre a su lado. En silencio, sin silencios. Hasta que el tiempo diga… se acabó. Pasión y deseo, sexualidad, intensidad. En ocasiones, no pocas, el amor hasta las vence. Su inestabilidad, su provisionalidad. El amor, ya se ha dicho, gana batallas, o las pierde. No las cuenta o narra, ni explica, está en ellas, alimenta sus fuegos, sus relámpagos, sus pausas, sus descansos, sus madrugadas, sus tormentas y mañanas luminosas.

Eso de saber que cada arruga de tu cara es cosa mía
Que cada parte de tu piel es recorrida
Por mis manos eso me hace sentir bien
Eso de saber que cada vello de tu cuerpo es más que bello
Son los anillos que rodearán mis dedos
Hasta que el tiempo diga se acabó

Dime que vas a seguir por siempre a mi lado
Aunque veas a diario como se me va el azul
Ahora que ya descubriste que el caballo blanco era alquilado
Ahora que compruebas que yo destiño también

Eso de saber que cada arruga de tu cara es cosa mía
Que cada parte de tu piel es recorrida
Por mis manos eso me hace sentir bien
Eso de saber que cada vello de tu cuerpo es más que bello
Son los anillos que rodearán mis dedos
Hasta que el tiempo diga se acabó

Dime que vas a seguir recogiendo mis besos
Aunque ya no te sorprenda donde los voy a dejar caer
Ahora que ya saber de sobra lo malo y lo menos
Malo que hay en mí
Ahora que compruebas que yo destiño también

Eso de saber que cada arruga de tu cara es cosa mía
Que cada parte de tu piel es recorrida
Por mis manos eso me hace sentir bien
Eso de saber que cada vello de tu cuerpo es más que bello
Son los anillos que rodearán mis dedos
Hasta que el tiempo diga se acabó

Eso de saber que cada vello de tu cuerpo es más que bello
Son los anillos que rodearán mis dedos
Hasta que el tiempo diga se acabó

(Eso De Saber, Revolver)
 http://www.youtube.com/watch?v=CiSjSu25FaM

8. The way you look tonight[5]

Vive. No hay otra. Ama. Y haz que cada experiencia, sin duda, sea única, aunque muera un día. Vive, ama, desea. Esas noches, las miradas, las manos que se tocan, los labios que se acercan y solo, solo, se rozan. El beso en la comisura, el perfume, suave, taladrando. Perforando todo. Inundando de eternidad el momento. Sentiré calor solo pensando en ti. Y mi corazón latirá otra vez. Vibrará, abrazará cada segundo. Acariciando el momento, aquel momento. Las manos, el tacto, la mirada. El mundo, en ese instante, puede esperar. Porque, ¿qué es el mundo en ese instante? Vosotros dos, uno casi. Casi un alma, casi un cuerpo. La comisura de la boca. Rozada. Casi sin sentir. Ya no se olvidará. No cambies nunca. Mi alma depende de ello. No habrá noche que no estés en mí. Aunque ya no estés. Esa es, o puede ser, la magia del amor.

Algún día, cuando este terriblemente triste
Cuando el mundo sea frio
Sentiré calor solo con pensar en ti
Y en la manera en que te ves esta noche

Sí, eres tan adorable, con tu sonrisa tan cálida
Y tus mejillas tan suaves
Nada puedo hacer, más que amarte
Cómo te ves esta noche

Con cada palabra, tu dulzura crece
Alejando mi miedo…
Y esa sonrisa que arruga tu nariz
Toca mi tonto corazón

Adorable… nunca, nunca, cambies
Mantén ese encanto sin aliento
¿Podrás?
Porque te amo
Tal como te ves esta noche

Y esa risa que arruga tu nariz
Toca mi tonto corazón

Adorable… nunca, nunca, cambies
Mantén ese encanto sin aliento
¿Podrás?
Porque te amo
Tal como te ves esta noche




(The way you look tonight, Jerome Kern)
http://www.youtube.com/watch?v=MiSzWb-mERM 

















[1] En la mitología griega, Pandora fue la primera mujer, creada por orden de Zeus, para introducir males en la vida de los seres humanos, después de que Prometeo, yendo en contra de la voluntad del todopoderoso dios, les otorgara el don del fuego.

[2] http://blogluengo.blogspot.com.es/#!/2012/08/el-mal-de-amores-o-no.html
[3] Alfred Tennyson
http://amediavoz.com/tennyson.htm
[4] http://blogluengo.blogspot.com.es/2011/10/la-educacion-del-afecto-y-del-amor.html

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José Antonio Luengo Latorre es Catedrático de Enseñanza Secundaria de la especialidad de Orientación Educativa. Es Decano-Presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y Vicepresidente primero del Consejo General de la Psicología de España. Licenciado en Psicología. Habilitado como Psicólogo Sanitario por la CM y experto en Psicología Educativa y en Psicología de la actividad física y del deporte (Acreditación del Consejo General de la Psicología de España).. Desde octubre de 2002, ocupó el cargo de Secretario General de la Oficina del Defensor Menor en la Comunidad de Madrid y desde julio de 2010 fue el Jefe del Gabinete Técnico del Defensor del Menor, hasta la supresión de la Institución, en junio de 2012. Ha sido profesor asociado de la Facultad de Educación de la UCM y de la UCJC. Es profesor invitado en la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. En la actualidad es psicólogo de la Unidad de Convivencia. Coordinador del Equipo de apoyo socioemocional, dependiente de la Subdirección General de Inspección Educativa de la Consejería de Educación de la CM. Twitter: @jaluengolatorre

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