José Antonio Luengo
No es demasiado difícil
encontrar la huella de quienes fueron forjando nuestro modo de mirar la
existencia, aproximarnos a sus misterios, sus tesoros. Hace falta, eso sí,
cierta dosis de modestia e inteligencia, no solo emocional. Hace falta detenerse
y refrescar por dónde hemos pasado, quién nos ha empujado, las veces que hemos
disfrutado de una idea escuchada, leída, discutida. Hace falta modestia para
encontrar a los otros en mí. Pero están. Y muchos. Son muchos. Y esto es
maravilloso[1].
Maestros y alumnos, olas y
arena, sol y horizonte, luna y noche. Barca y la mar, escucha y mirada, amor y
abrazo. Y besos. Y afecto. Maestros y alumnos se miran, se tienen, retienen, se
sienten. Son y están. Siempre son, y siempre están. Se dan, reciben y cogen,
entregan y captan, definen y guardan.
No hay maestro sin alumno,
ni alumno sin maestro. Su vida, la de ambos, busca el encuentro, el espacio
compartido, la experiencia única. Porque única es, o debe ser, la experiencia.
La experiencia de enseñar, de cuidar, de orientar, de dar, de ofrecer. De traer
y mostrar, de abrir y explicar, desplegar y ordenar… De animar y, también,
querer. De embelesar, incluso. Porque única,
asimismo, es, o debe ser, la experiencia de escuchar, preguntar, sentir, verse
llenar, capturar, interpretar, entender. De hablar y expresar. De admirar y,
también, querer. Siempre, si es posible, querer.
“La
revelación tuvo lugar cuando, a la edad de cinco años, en mi primer día de
colegio, tuve la sorpresa y el susto de oír mi nombre. -¿Renée?- preguntaba la
voz, mientras yo sentía posarse sobre la mía una mano amiga. Era en el pasillo
donde, con ocasión del primer día de colegio y porque llovía, se había
apelotonado a un tropel de niños. -¿Renée?- seguía modulando la voz que venía
de lo alto, y la mano amiga no dejaba de ejercer sobre mi brazo –incomprensible
lenguaje- ligeras y tiernas presiones.
Levanté
la cabeza, en un movimiento insólito que casi me dio vértigo, y mis ojos se
cruzaron con una mirada. Renée. Se trataba de mí. Por primera vez, alguien se dirigía
a mí por mi nombre: mientras que mis padres recurrían a un gesto o a un gruñido,
una mujer, cuyos ojos claros y labios sonrientes observé entonces, se abría
camino hacia mi corazón y, pronunciando mi nombre, entraba conmigo en una
proximidad de la que hasta entonces yo no sabía nada. Descubrí a mi alrededor
un mundo que, de pronto, adornaban mil colores. En un destello doloroso, percibí
la lluvia que caía en el patio, las ventanas lavadas por las gotas, el olor de
la ropa mojada, la estrechez del corredor, angosto pasillo en el que vibraba la
asamblea de párvulos, la pátina de los percheros de pomos de cobre en los que
se amontonaban las esclavinas de paño barato, así como la altura de los techos,
a la medida de los cielos para la mirada de un niño.
Entonces,
con mis enormes ojos clavados en los suyos, me aferré a la mujer que acababa de
traerme a la vida (…/…)
-Qué
ojos más bonitos tienes-, añadió la maestra, y tuve la intuición de que no
mentía, que en ese instante mis ojos brillaban animados por toda esa belleza y,
reflejando el milagro de mi nacimiento, lanzaban mil destellos. Me puse a
temblar y busqué en los suyos la complicidad que engendra toda alegría
compartida”
La
elegancia del erizo, de Muriel Barbery. Págs. 41-43. Seix Barral
Cómo hacerte saber que siempre hay
tiempo?
Que uno sólo
tiene que buscarlo y dárselo.
Que nadie establece normas, salvo la vida.
Que la vida sin ciertas normas pierde forma.
Que la forma no se pierde con abrirnos.
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.
Que no está prohibido amar.
Que también se puede odiar.
Que nadie establece normas, salvo la vida.
Que la vida sin ciertas normas pierde forma.
Que la forma no se pierde con abrirnos.
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.
Que no está prohibido amar.
Que también se puede odiar.
Cómo hacerte saber
que nadie establece normas, salvo la vida!
Que el odio y el amor son afectos.
Que la agresión porque sí, hiere mucho.
Que las heridas se cierran.
Que las puertas no deben cerrarse.
Que la mayor puerta es el afecto.
Que los afectos nos definen.
Que definirse no es remar contra la corriente.
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja.
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.
Que negar palabras implica abrir distancias.
Que encontrarse es muy hermoso.
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida.
Que la vida parte del sexo.
Que el por qué de los niños tiene un por qué.
Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad.
Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana.
Que nunca está de más agradecer.
Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo.
Que nadie quiere estar solo.
Que para no estar solo hay que dar.
Que para dar debimos recibir antes.
Que para que nos den, también hay que saber cómo pedir.
Que saber pedir no es regalarse.
Que regalarse es, en definitiva, no quererse.
Que para que nos quieran debemos mostrar quienes somos.
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo.
Que ayudar es poder alentar y apoyar.
Que adular no es ayudar.
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.
Que las cosas cara a cara son honestas.
Que nadie es honesto porque no roba.
Que el que roba no es ladrón por placer.
Que cuando no hay placer en hacer las cosas, no se está viviendo.
Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte.
Que se puede estar muerto en vida.
Que se siente con el cuerpo y la mente.
Que con los oídos se escucha.
Que cuesta ser sensibles y no herirse.
Que herirse no es desangrarse.
Que para no ser heridos, levantamos muros.
Que quien siembra muros no recoge nada.
Que casi todos somos albañiles de muros.
Que sería mucho mejor construir puentes.
Que sobre ellos se va a la otra orilla, y también se vuelve.
Que volver no implica retroceder.
Que retroceder puede ser también avanzar.
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol.
Cómo hacerte saber
que nadie establece normas, salvo la vida!
Comparto las emociones que describes y el papel tan importante que jugamos en la formación del niño. No quiero ser la profe de Matemáticas, quiero y puedo ser mucho más. Hay muchos ojitos pendientes de mí. Muchas boquitas entreabiertas que expresan interés, muchas luces que encender y pasos que ayudar a dar.
ResponderEliminarMe gusta la sensibilidad con que te expresas
Sin ternura, vamos mal...
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