Educar, en nuestra casa
José Antonio Luengo
Parece necesario “desmontar” el viejo aforismo de que la “calidad suple
a la cantidad”. Hablando de la educación de los hijos, esta es una salida
técnicamente incorrecta. Podría decirse que cantidad no es calidad, pero sin
cantidad no hay calidad. Sin tiempo, la
educación se ve afectada.
Educar
requiere tiempo. Tiempo y dedicación. Tiempo y ganas. Tiempo
y ánimo. Y, lo que es más importante, tiempo y sosiego. Tranquilidad suficiente
para acompañar a los hijos, para apoyarles, sonreírles, reñirles y orientarles.
Educar
implica tiempo y tranquilidad
para hacer cosas juntos, ver la televisión juntos[1][1], jugar juntos (también videojugar), navegar juntos por Internet (según las edades, claro). Hay determinadas cosas que, siempre según
la edad, nuestros hijos no deben hacer: ver determinados programas de
televisión solos, concentrar su tiempo de ocio en una sola actividad o
desatender sus responsabilidades de estudio.
Educar
lleva consigo ofrecer referencias, señalar límites; afrontar
y resolver conflictos... Sin miedo. DECIR NO TAMBIÉN EDUCA! Perdamos el miedo a
la confrontación según los intereses y apetencias de nuestros hijos.
Afrontémoslos con criterio, con razones y argumentos. Intentemos convencer.
Escuchemos sus opiniones. Y después decidamos. Nos vamos a equivocar algunas
veces. La mayoría de las veces, acertaremos.
No
tengamos miedo a pedir perdón a nuestros hijos si nos hemos equivocado, si hemos sido injustos, si nos ha podido la
inquietud o el nerviosismo. Ellos nos comprenderán y aprenderán una lección. La
de la humildad.
Hablemos
con ellos claro, con afecto y cariño. Aunque
vayamos a decirles que no a sus demandas.
Evitemos
los gritos, las descalificaciones y las humillaciones. La regla de oro de la educación es
generar en nuestros hijos (1) autonomía, (2) responsabilidad, (3) confianza,
(4) autoestima y (5) seguridad emocional
Siempre
que sea posible (hemos de intentarlo),
y siempre que hablemos de familias con dos progenitores, uno de los dos debería
estar en el domicilio familiar en el momento en que los niños salen de la
escuela, del colegio, del Instituto. Acompañarles en estos momentos, dar
sensación de orden , de criterio, AYUDARLES A GESTIONAR BIEN SU TIEMPO,
observar y supervisar sus tareas escolares o iniciarles, si aún son muy
pequeños, en la organización de su actividad, crear hábitos que les permitan posteriormente
aprovechar bien su tiempo y asumir las responsabilidades que poco a poco van
asumiendo.
Es imprescindible nuestra influencia, nuestro modelo. Sobre todo en un mundo marcadamente
abierto, en el que cada espacio de experiencia se ha convertido en un poderoso
ámbito de aprendizaje, una permanente mirada al exterior, con profundo impacto en el interior de los que crecen. Nunca probablemente la influencia del
entorno familiar haya sido tan importante. Y hasta tanto cambien las cosas,
hasta tanto se consigan metas que permitan vivir de manera más equilibrada
nuestras responsabilidades, todas las que tenemos y nos creamos, tal vez
debamos reflexionar un poco y redefinir nuestras prioridades como padres.
Favorecer una visión de la vida no consumista. Asentemos, por el contrario,
opciones basadas en
valores ligados a la comunicación, al diálogo, a la imaginación, la
solidaridad. Nuestros hijos son como esponjas e incorporan rápidamente lo que
huelen, ven u oyen en su casa. Planifiquemos los fines de semana para salir
siempre que se pueda al campo, visitar alguna exposición, pasear por la ciudad.
Evitar en la medida de lo posible las grandes superficies como espacio habitual
para pasar las tardes de los sábados o domingos.
[1][1] “Según el Informe PISA, los
alumnos encuestados que tienen televisión en su dormitorio sacan de media entre
20 y 30 puntos menos en la escala de rendimiento que aquellos que no la
tienen. En concreto, un alumno con tele en el cuarto pierde 23
puntos en matemáticas y 29 en lectura. Por sexo, la tele nocturna reblandece el
doble el cerebro de los chicos que el de las chicas. Las chicas pierden 20
puntos en matemáticas y 16 en lectura, mientras que los chicos pierden 35 y 35.
La videoconsola es el segundo enemigo del rendimiento con casi 18 puntos de
diferencia. Casi nada”. La tele en el cuarto. José María de Moya. Magisterio (Nº 11.740 – 28 de
febrero de 2006, pág. 31)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.