9 de enero de 2012

COORDINACIÓN INTERINSTITUCIONAL EN ATENCIÓN TEMPRANA

COORDINACIÓN INTERINSTITUCIONAL EN ATENCIÓN TEMPRANA

¿UN PROCESO IMPOSIBLE?



Por José Antonio Luengo 
Publicado en la Revista Polibea, nº 36. Año 1995

El descenso de la mortalidad en la infancia ha venido favorecido sin duda por los procesos de Prevención de las enfermedades infantiles que durante las últimas décadas han venido desarrollándose. En los últimos años, la Prevención de las Minusvalías ha venido gozando, asimismo, de un cierto carácter de prioridad en las políticas sanitarias de los países de nuestro entorno.
Básicamente, las acciones de las administraciones a favor de la Prevención han generado dos tipos de “efectos”:
·         Una mayor información sanitaria a padres y madres, mujeres gestantes, servicios médicos, sociales y educativos sobre las situaciones que suponen mayor riesgo para la aparición de trastornos del desarrollo y deficiencias en general.
·         El desarrollo de Programas de Detección e Intervención Temprana en recién nacidos, lactantes y niños calificados de “riesgo”.
A principios de los años 80 empezaron a tomar forma y consistencia una serie de Programas y Proyectos que, bajo el ámbito conceptual del término “Prevención de minusvalías”, supusieron un impulso notable a las experiencias e investigaciones iniciadas con anterioridad.
En nuestro país, la citada década de los ochenta se convirtió en un auténtico “hervidero” de iniciativas de distinta orientación pero con un objetivo común: desarrollar procesos de intervención que ayudasen a conocer más estrechamente las claves que enmarcaban el ámbito de las minusvalías en edades tempranas y, con ello, promover vías para su prevención y detección precoces. Instituciones públicas como el INSERSO, anteriormente S.E.R.E.M., asociaciones de iniciativa social sin ánimo de lucro, unidades hospitalarias, centros de rehabilitación, etc., fueron marcando sus particulares senderos de acción e intervención y, entre todos, formando y organizando un “cuerpo de conocimiento” que, apoyado sólidamente en influencias y experiencias externas, fue ganando seriedad y proyección de futuro. Este tipo de iniciativas y el impulso que en su día supuso el “Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad” han venido permitiendo que el desarrollo de Servicios de Estimulación Precoz, concepto que, hoy en día, conjuntamente con el de Atención Temprana, tiene una aceptación general.
En efecto, desde hace 15-20 años son muchas las organizaciones, instituciones, asociaciones, etc., que han asumido, desde diversas concepciones y marcos, el campo de intervención reconocido como “atención temprana”. Este hecho, aún implicando un incuestionable proceso de mejora, no deja de ser ajeno al complejo entorno de las “acciones combinadas” y de “coordinación”. En esta línea de reflexión ha de advertirse asimismo que son numerosos los profesionales implicados en este tipo de proyectos de intervención (neonatólogos, neuropediatras, trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos, logopedas, educadores, etc.), y esta circunstancia complica aún más las cosas cuando de lo que se trata es de llegar a acuerdos, coordinar esfuerzos y actuaciones, colaborar…
Los mecanismos de coordinación, cooperación y colaboración que han venido asentándose en nuestro país tienen indudablemente el sello del “personalismo”. Contactos y acuerdos entre profesionales de diferentes Instituciones han permitido el desarrollo de Programas de alto interés técnico y científico. Sin embargo, el peso de lo “institucional”, o mejor, de lo “interinstitucional” en sentido estricto, con orden, consenso y procedimiento, aún está por concretarse. Conocemos experiencias de colaboración entre Instituciones. No obstante, no dejan de ser éstas escasas y poco generalizables.
Haciendo un rápido recorrido por los programas que hoy en día podemos encontrar sobre la materia en cuestión, resultan sorprendentes las dificultades prácticas que se encuentran para poder engarzarlos y darles sentido combinado:
-Planes de Prevención de minusvalías.
-Programas hospitalarios de Prevención de minusvalías.
-Programas de seguimiento y control neonatológicos.
-Programas de Estimulación Precoz.
-Programas de Atención Temprana del M.E.C. y de las Comunidades Autónomas.
-Programas de integración de alumnos con necesidades educativas especiales.
-El asentamiento de la etapa de educación infantil como etapa plenamente educativa.
Y las dificultades no pasan únicamente por los “problemas” y las dificultades para fijar acuerdos entre Instituciones. También tenemos una cuota importante de responsabilidad los profesionales que desarrollamos nuestro trabajo en estos ámbitos. Nuestras particulares ópticas y maneras de entender e interpretar las cosas no suelen sino representar un obstáculo, en ocasiones insalvable, para el progreso en el marco de las actuaciones combinadas. Probablemente si las Instituciones dibujaran el contexto de colaboración, los profesionales seríamos técnicos “condenados a entendernos”. O tal vez si los profesionales nos “pusiésemos más en el lugar de los otros”, las Instituciones llegarían más fácilmente a acuerdos programáticos. En cualquier caso, parece obvio que una cuota importante de responsabilidad en semejante dilema tiene que ver con nuestras resistencias a “ceder”, a abandonar “posiciones”, a perder protagonismo en los marcos en que habitualmente operamos.
En la actualidad, la sociedad demanda de las ciencias médicas y psicopedagógicas, entre otras, la adecuada atención del recién nacido con riesgo de padecer alguna minusvalía o de niños afectados de deficiencias establecidas. La manera más operativa de ahondar en semejante objetivo no pasa sólo por intervenir cada uno desde su campo de conocimiento, sin mayor interés por actuaciones paralelas, ni siquiera por coordinarse puntualmente con otros profesionales implicados. El procedimiento válido ha de asentarse en una auténtica colaboración interinstitucional, negociada, consensuada, ordenada, dotada de un procedimiento de acción claro y sometida a un proceso de revisión y análisis continuo.
Desde mi punto de vista, y en el ámbito que nos ocupa –el marco conceptual y práctico de la atención temprana-, existen dos procesos previos a la conformación de una estructura de colaboración interinstitucional sería:
El primero de los procesos aludidos tiene que ver con la necesidad de organizar procedimientos de autorreflexión y análisis que sirvan a cada Institución o Agencia para tener preparados y adecuadamente categorizados los datos y referencias de sus servicios y prestaciones. (Stevens, J. y King, E., 1987; Fairchild, 1974; Conti y Bardon, 1974). Hacemos, así, mención a cuestiones del tipo:
-Tipo de servicios proporcionados.
-Cantidad de tiempo invertido entre la canalización y la admisión.
-Cantidad de tiempo entre la admisión y la recepción del servicio.
-Nivel general de la calidad del servicio.
-Procedimiento operativo.
-Costo relativo del servicio.
-Grado en que la Agencia está dispuesta a participar en un proceso de colaboración.
-Agencias existentes en la comunidad con las que se ha tenido o parece relevante mantener colaboraciones. Análisis de sus ámbitos de actuación.
El segundo de ellos hace referencia a la necesidad de tener en cuenta y utilizar adecuadamente todo el conjunto de experiencias de coordinación previas  (la sensación de que gran parte de éstas tienen un componente fundamentalmente “estético” y escasamente práctico está notablemente extendida). Así, ha de tomarse en consideración:
-La mediación del Real Patronato de Prevención y de Atención a personas con minusvalía como Institución de ámbito estatal y garante de la calidad de servicios para personas minusválidas.
-La generación e institucionalización de “Encuentros interprofesionales sobre contenidos técnicos relevantes y de implicación generalizada (necesidad de crear un lenguaje y código compartidos).
-La elaboración y difusión a otras Instituciones de proyectos y Programas institucionales de carácter monográfico, adecuadamente diseñados, desarrollados, seguidos y evaluados.
-La difusión por escrito, correctamente organizada, de Proyectos y Experiencias de colaboración puntual entre servicios y profesional de diferentes agencias: diseño, puesta en práctica, evaluación, propuestas de mejora…
-El fomento de experiencias de intervenciones basadas en el “modelo centrado en el caso” (interconsulta).
-El fomento de experiencias de “correo electrónico” (solicitud, búsqueda y aportación de información a través de redes informatizadas).
Inmersos en un proceso de las características citadas, dispondríamos de suficiente infraestructura de experiencias previas e información como para dotar de sentido y lógica interna a cualquier marco de relación interinstitucional. Definiríamos semejante caldo de cultivo como el pilar básico para la generación de experiencias de actuación coordinada, defendiendo, eso sí, el establecimiento de sus propiedades fundamentales, a saber, la consideración de las acciones dentro de un Plan de Trabajo combinado, dentro de un Proyecto de Mejora que:
-Clarifique los objetivos a alcanzar, la población con la que se intervendrá y los medios con los que se disponen.
-Sea fruto del diálogo y del consenso.
-Evite la improvisación y la rutina.
-Racionalice el trabajo y los tiempos de actuación.
-Reduzca el margen de incertidumbres, contradicciones y esfuerzos estériles.
-Favorezca y aumente la eficacia.
-Facilite la confluencia de intereses diversos.
-Adapte la acción interdisciplinar a los problemas y características de la población a atender y de su contexto.
-Contemple la colaboración ineludible de Servicios Educativos, Sociales y Sanitarios e incluya conceptos de trabajo básicos como los de sectorización y homologación de actuaciones.
-Defina y determine claramente los campos básicos y ámbitos de acción coor5dinada sobre los que se va a trabajar.
-Posibilite y promueva el diseño y desarrollo de Programas interinstitucionales definidos y prudentes en los que se determinen los objetivos, tareas y actividades a desarrollar.
-Fije un procedimiento claro de cooperación y coordinación, una secuencia ordenada de acciones y unos instrumentos consensuados de trabajo (protocolos, informes, partes de derivación…)
-Defina un procedimiento claro de seguimiento y evaluación de su desarrollo.
La Coordinación Interinstitucional es posible. Se echan en falta capacidades y habilidades para ceder protagonismo profesional, invertir tiempo en crear contextos de opinión y lenguaje compartidos, pensar en las necesidades de la población atendida, conocer su opinión y obrar en consecuencia.

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José Antonio Luengo Latorre es Catedrático de Enseñanza Secundaria de la especialidad de Orientación Educativa. Es Decano-Presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y Vicepresidente primero del Consejo General de la Psicología de España. Licenciado en Psicología. Habilitado como Psicólogo Sanitario por la CM y experto en Psicología Educativa y en Psicología de la actividad física y del deporte (Acreditación del Consejo General de la Psicología de España).. Desde octubre de 2002, ocupó el cargo de Secretario General de la Oficina del Defensor Menor en la Comunidad de Madrid y desde julio de 2010 fue el Jefe del Gabinete Técnico del Defensor del Menor, hasta la supresión de la Institución, en junio de 2012. Ha sido profesor asociado de la Facultad de Educación de la UCM y de la UCJC. Es profesor invitado en la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. En la actualidad es psicólogo de la Unidad de Convivencia. Coordinador del Equipo de apoyo socioemocional, dependiente de la Subdirección General de Inspección Educativa de la Consejería de Educación de la CM. Twitter: @jaluengolatorre

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