Se nos está yendo realmente el sentido, la razón sobre el criterio y la proporción? La irracionalidad, la competitividad insana y corrosiva, la irrealidad de la cima como único escenario hacia el que avanzar, sin más reflexión sobre lo que es la vida, sobre los que mueve nuestros corazones, sobre lo que nos hace humanos. Pero en qué estamos pensando realmente? Sabemos lo que significa crecer? No tenemos suficiente experiencia y doctrina científica acumulada en torno a cómo parace razonable articular el apoyo al crecimiento de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Y, lo que es más importante, no tenemos sificiente conocimiento de lo que a nosotros, los adultos, nos ha permitido degustar el dulce pero tembloroso y agotadizo efecto del momento feliz? Insisto, qué pretendemos en este mundo de locos?
No dejéis de leer este artículo. Suicidios de adolescentes en Corea del Sur. Las palabras De Carlos Boyero, atinadas, responsables, sencillas.
EL PAÏS
El día de mañana
Carlos Boyero 21 JUL 2012 - 23:39
Pasé la infancia y la adolescencia escuchando a mis mayores hablar con tono cauteloso, esperanzador o sacerdotal de algo trascendental que definían como “el día de mañana”. En su abstracto nombre, la gente ahorraba, padres y profesores te exigían esfuerzo en tus labores escolares, te dejaría a salvo de todo mal si tu conducta se atenía a lo que Dios manda, si seguías las normas serías bendecido en todos los aspectos de tu vida cuando llegara el día de mañana.
Imagino que ningún padre medianamente responsable y sensato se atrevería hoy a asegurarle a sus hijos que si su aprendizaje es modélico, si aprenden idiomas y acumulan conocimiento, si derraman sudor y lágrimas en su afán por convertirse en verdaderos profesionales, serán premiados con el paraíso, o tal vez solo con una existencia digna y sin sobresaltos, cuando llegue el día de mañana. El único consejo lúcido que les pueden ofrecer pensando en la estabilidad de su futuro es que se introduzcan en la clase política. El signo político da igual. Basta con que aprendan escrupulosamente las normas esenciales y no se desvíen jamás de ellas. Es probable que en los tiempos sombríos, cuando a los de siempre les roban el presente y el futuro, tengan que sufrir los insultos de la desesperada plebe, pero no pasa nada. Su nómina estará asegurada a perpetuidad. Incluso si abandonan la política para dedicarse a labores más relajadas.
Veo un reportaje en el telediario sobre la alarma que se ha creado en Corea del Sur por los suicidios de escolares. No tengo claro si he escuchado que el año pasado, o tal vez el mes pasado, se mataron 150. Siempre resulta atroz y escandaloso constatar que esa prueba suprema de la desolación también la ejecutan los niños, a esa edad en la que presuntamente la vida no te ha machacado tanto como para que decidas quitártela. Cuentan que lo ha provocado la angustia y el estrés que les impone un sistema educativo abrumador, que no les permite dormir más de cuatro o cinco horas, en el que todo está regido por la competitividad. Y en nombre, imagino, de que sigue existiendo el día de mañana.
EL PAÏS
El día de mañana
Carlos Boyero 21 JUL 2012 - 23:39
Pasé la infancia y la adolescencia escuchando a mis mayores hablar con tono cauteloso, esperanzador o sacerdotal de algo trascendental que definían como “el día de mañana”. En su abstracto nombre, la gente ahorraba, padres y profesores te exigían esfuerzo en tus labores escolares, te dejaría a salvo de todo mal si tu conducta se atenía a lo que Dios manda, si seguías las normas serías bendecido en todos los aspectos de tu vida cuando llegara el día de mañana.
Imagino que ningún padre medianamente responsable y sensato se atrevería hoy a asegurarle a sus hijos que si su aprendizaje es modélico, si aprenden idiomas y acumulan conocimiento, si derraman sudor y lágrimas en su afán por convertirse en verdaderos profesionales, serán premiados con el paraíso, o tal vez solo con una existencia digna y sin sobresaltos, cuando llegue el día de mañana. El único consejo lúcido que les pueden ofrecer pensando en la estabilidad de su futuro es que se introduzcan en la clase política. El signo político da igual. Basta con que aprendan escrupulosamente las normas esenciales y no se desvíen jamás de ellas. Es probable que en los tiempos sombríos, cuando a los de siempre les roban el presente y el futuro, tengan que sufrir los insultos de la desesperada plebe, pero no pasa nada. Su nómina estará asegurada a perpetuidad. Incluso si abandonan la política para dedicarse a labores más relajadas.
Veo un reportaje en el telediario sobre la alarma que se ha creado en Corea del Sur por los suicidios de escolares. No tengo claro si he escuchado que el año pasado, o tal vez el mes pasado, se mataron 150. Siempre resulta atroz y escandaloso constatar que esa prueba suprema de la desolación también la ejecutan los niños, a esa edad en la que presuntamente la vida no te ha machacado tanto como para que decidas quitártela. Cuentan que lo ha provocado la angustia y el estrés que les impone un sistema educativo abrumador, que no les permite dormir más de cuatro o cinco horas, en el que todo está regido por la competitividad. Y en nombre, imagino, de que sigue existiendo el día de mañana.
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