http://www.infocop.es/view_article.asp?id=4109
INFOCOP
LOS TRASTORNOS PSICOLÓGICOS EN NIÑOS RECIBEN ESCASA ATENCIÓN EN NUESTRO SISTEMA SANITARIO
Entrevista a Victoria del Barrio
Fecha de publicación: 17/07/2012
Tal y como informamos hace unos días en Infocop,
el pasado 2 de julio de 2012, el Grupo Parlamentario Popular registró,
en el Congreso de los Diputados, una proposición no de ley relativa a la
promoción de medidas con las que impulsar un mejor tratamiento de la
salud mental infanto-juvenil. Una medida, que de salir adelante, dará
respuesta a la demanda que desde hace años vienen realizando las
asociaciones de familiares de niños con problemas de salud mental ante
la escasez de especialistas y de recursos adaptados a las necesidades de
esta población en nuestro país.
ENTREVISTA
Para introducir el tema, ¿cuáles son los trastornos
de salud mental más frecuentes entre la población infanto-juvenil en
nuestro país y su nivel de prevalencia?
La OMS estima que los trastornos infantiles considerados
en su totalidad oscilan entre un 10 y un 20% de la población, pero en
los estudios empíricos sobre diversas poblaciones esta variación es
mayor, ya que va de un 7 a un 30%. Si nos centramos en nuestro país y en
los trastornos más habituales, tenemos en primer lugar, como más
frecuentes, los problemas de aprendizaje, que varían entre el 15 y el
30%, según autores y dependiendo de los niveles de intensidad. En
segundo lugar, siguen los problemas de conducta, que oscilan entre un 10
y un 20%. En tercer lugar, se encuentra la ansiedad, que se sitúa entre
un 5 y un 20%. Finalmente, se encuentra la depresión, con una
incidencia entre el 2 y el 15%, según los distintos niveles de edad. Sin
embargo, hay trastornos mucho menos prevalentes, como son el retraso
mental (1%), los trastornos del espectro autista (1%) o la anorexia (3%)
que, aunque menos frecuentes, por su gravedad representan un gran reto y
un costo social importante.
La variabilidad de las cifras viene dada por los
distintos niveles de edad, el sexo, la clase social y otros elementos
circunstanciales. Estos factores son los que hacen a determinadas
poblaciones más vulnerables. Es también importante señalar que los
trastornos afectivos, tales como la ansiedad y la depresión, tienen en
nuestro país una prevalencia semejante a las de otros países análogos,
pero parece que los problemas exteriorizados (trastornos de conducta,
oposición, etc.) son superiores en nuestro entorno y, en general, en
todos los países latinos, probablemente por una permisividad excesiva en
nuestra sociedad hacia ese tipo de comportamientos, que no se inhiben
en sus primeras manifestaciones.
Actualmente, ¿en qué situación se encuentra la
atención a los problemas de salud mental a niños y adolescentes en
nuestro sistema sanitario público?
En líneas generales, los problemas psíquicos con
evidente base o consecuencias orgánicas están contemplados en nuestro
sistema sanitario, pero aquellos trastornos que tienen principalmente
raíces y consecuencias conductuales tienen una atención muy escasa.
Póngase por ejemplo la hiperactividad (sea cual sea su causa) cuyas
consecuencias conductuales y de aprendizaje son tan importantes. Los
niños que la padecen se están tratando, en la mayor parte de los casos,
fuera del sistema sanitario.
El pasado 2 de julio el grupo Parlamentario Popular
registró en el Congreso una proposición no de ley para impulsar el
tratamiento de la salud mental que se presta a este colectivo. Como
experta en el área, ¿qué opinión le merece esta iniciativa?
Es un logro más de las personas que están
trabajando en este campo, especialmente el COP. La proposición me parece
muy positiva, porque es poner al alcance de todos lo que hoy lo es de
los que tienen suficiente información y dinero para costearse una
asistencia especializada. Sin embargo, tenemos que pensar que no es
suficiente con que se llegue a crear un órgano, sino que además es
necesario que esté bien dotado de personal experto, estructurado en
función de las distintas actividades que le competen y con la suficiente
envergadura que haga posible atender eficazmente a la demanda. Por
ejemplo, en algunos centros de salud hay asistencia psicológica, pero la
demanda es tan grande que la frecuencia de visitas para asistencia
psicológica es de una vez al mes. Nada más consultar cualquier protocolo
de asistencia terapéutica psicológica se hace patente que esto es, a
todas luces, insuficiente y, lo que es más grave, que tiene como
consecuencia un menoscabo de su eficacia.
En la proposición se solicita, entre otras
cuestiones, que se elabore un Plan de Salud Mental Infanto-Juvenil, que
se refuercen unidades específicas de salud mental infanto-juvenil y que
se incida en el diagnóstico precoz y la intervención temprana. ¿Qué
implicaciones tendrían estas medidas?
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Como en cualquier otro tema relacionado con la salud,
la prevención primaria es fundamental. Esa prevención comienza por las
campañas informativas dirigidas a que la mayor parte de la población
conozca los factores de riesgo de las alteraciones infantiles y, de esta
manera, se evite generarlos. Esta tarea, para que posea calidad y
eficacia, tiene no sólo que ser elaborada por expertos sino que ha de
ser llevada a cabo sistemáticamente con la periodicidad pertinente que
se recomienda en todas las campañas de prevención.
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Por otra parte, está la intervención preventiva en
grupos de riesgo que son sobradamente conocidos (por ejemplo, la clase
social deprimida, familias desestructuradas, abuso, problemas previos,
enfermedad, drogadicción paterna, etc.). Estos grupos tienen una mayor
probabilidad de desarrollar trastornos y, por eso, sobre ellos es
insuficiente una labor meramente informativa y se impone una acción
preventiva.
Estos dos niveles de prevención, si se programan
adecuadamente, a la larga permitirán la disminución de la incidencia de
la mayor parte de los trastornos, pero esto sólo acontecerá a largo
plazo. Por tanto, se hace necesario otro tipo de prevención, una labor
preventiva de casos, como es la búsqueda activa de casos premórbidos o
mórbidos, es decir, que se mueven en el borde mismo de desencadenarse el
problema, lo que exige ya una labor evaluativa de despistaje o cribado
para localizarlos. Esto es algo que debe llevarse a cabo en la escuela,
pero siempre por expertos que estén relacionados con esos núcleos de
salud mental infanto-juvenil. Esta acción incrementará el conocimiento
de casos y, por tanto, la necesidad de su asistencia.
Con todo ello queda patente que esta tarea es ingente
y que sólo puede ser llevada a cabo por la sanidad pública con el apoyo
del Estado.
Bajo su punto de vista, ¿qué aspectos clave deberían
incorporar estas propuestas? ¿Echa en falta alguna medida de interés
fundamental?
Hay algunas comunidades en las que ya funcionan
algunas de estas medidas y, al menos sobre el papel, parecen adecuadas y
con una explicitación de las funciones del psicólogo ajustadas a su
capacidad de formación y desempeño.
En lo que respecta a la puesta en marcha de estos
servicios, es esencial determinar el rango de edad al que van dirigidos.
Yo creo que debe ser de cero meses hasta dieciocho años si se quiere
hacer algo realmente eficaz y realista.
Asimismo, creo que es esencial que consten las
funciones de prevención primaria, secundaria y terciaria, que se pueden
llevar a cabo en los diferentes contextos: centros escolares, servicios
hospitalarios, ambulatorios…
Finalmente, se deben tener en cuenta las cifras que
proporciona la epidemiología para ajustar el número y tamaño de las
acciones, así como no se debe descuidar contar con las tareas de
colaboración con la investigación, un aspecto esencial en este campo.
En relación con el tratamiento de los trastornos de
salud mental en la población infanto-juvenil, ¿qué papel juega la
psicología? ¿Cuáles deben ser los tratamientos de primera elección, de
acuerdo a la evidencia científica, para el abordaje de los problemas de
salud mental más frecuentes en niños y adolescentes?
La psicología juega un papel esencial por varias
razones. En primer lugar, los niños son muy plásticos y, por tanto, muy
sensibles a los cambios de hábitos, que es una medida básica que la
propuesta terapéutica psicológica preconiza. En segundo lugar, también
hay que pensar que la adecuada acción psicológica tiene, por regla
general, efectos duraderos que pueden proporcionar al niño o adolescente
estrategias de afrontamiento útiles para usar de por vida. En tercer
lugar, hay que tener en cuenta que desde siempre, pero especialmente
desde 2009, se ha venido alertando de los efectos nocivos de los
tratamientos farmacológicos, sobre todo, en niños y jóvenes, al mismo
tiempo que sabemos que la intervención terapéutica psicológica no
presenta efectos secundarios nocivos.
Respecto de la eficacia de las distintas terapias
psicológicas se puede afirmar, sin género de dudas y dada la
consistencia de los datos que tenemos actualmente, que la terapia
psicológica tiene efectos positivos cuando se la compara frente a un
grupo control.
La eficacia diferencial de las distintas propuestas
terapéuticas es un tema más controvertido. La técnica que más ha
controlado y medido su eficacia es la cognitivo-conductual. Por tanto,
hay más datos sobre esta instalación teórica que sobre otras. Asimismo,
cuando se parte de estudios que cumplen todas las normas científicas
para las investigaciones sobre eficacia de tratamientos, como es el
cuidado en la obtención de la muestra, la comparación con grupos de
control sin intervención y con grupos de control con otras
intervenciones e intervenciones placebo, etc., los resultados muestran
que la terapia cognitivo-conductual es más eficaz que cualquier otro
tipo de intervención psicológica, seguida de cerca por las terapias
interpersonales.
La recomendación es que se acepte toda terapia
psicológica que se atenga a la norma del registro objetivo de los datos y
la posibilidad de replicabilidad de los mismos.
Este mismo mes acaba de aparecer un artículo en una
revista científica americana acerca de la eficacia de los programas de
prevención primaria sobre depresión llevados a cabo en EE.UU., en el que
se demuestra que la depresión mayor puede prevenirse eficazmente. Dado
que se estima que la depresión se va a convertir en el trastorno más
prevalente en la próxima década, invertir en estrategias de prevención
no sólo ahorraría sufrimiento personal, sino ingentes sumas de dinero.
El pasado mes de junio se debatió en el Senado otra
proposición no de ley referente a la creación de las especialidades de
psiquiatría del niño y adolescente y de psicología de la infancia y
adolescencia. No obstante, en esta ocasión, el Senado, a instancias del
PP, rechazó crear la especialidad de psicología clínica de la infancia y
adolescencia. Teniendo en cuenta la presentación de esta nueva
proposición no de ley para impulsar el tratamiento de la salud mental
infanto-juvenil, ¿qué opinión le merece la decisión de aprobar
únicamente la especialidad de psiquiatría del niño y adolescente?
Supone anclarse en el pasado y aceptar las presiones
de los grupos de influencia en menoscabo de la efectividad.
Para finalizar, ¿le gustaría añadir otro comentario
más al tema que nos ocupa?
Si queremos mejorar la salud de los niños y
adolescentes tenemos que lograr que padres, maestros, médicos,
cuidadores, monitores y todas aquellas personas que tengan relación con
los niños remen en la misma dirección, teniendo en cuenta los
conocimientos científicos que hoy poseemos. Creo además que hay que
estar abiertos a incrementarlos e implementarlos. Naturalmente, dada la
envergadura de la tarea, esto sólo puede llevarse a cabo con la voluntad
política de hacerlo por parte de los responsables y agentes sociales.
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