José Antonio Luengo
En nuestro país
nacen pocos niños. Y menos que van a nacer tal como van las cosas. Se trata de un hecho, objetivo,
ordinariamente invocado como germen de futuras dificultades para el
sostenimiento de nuestro actual statu quo como sociedad organizada según
parámetros de pirámide poblacional. Según
datos[1] hechos públicos por el Instituto
Nacional de Estadística (INE) en noviembre de 2012, España perderá una décima parte
de su población en 40 años si se mantienen las actuales tendencias
demográficas. La caída se iniciaría este año, cuando el número de habitantes
disminuirá por primera vez, al menos desde 1971. Las estimaciones exponen, asimismo, que los
nacimientos se reducirán progresivamente, lo que llevaría en 2022 a un total de
45 millones de habitantes frente a los más de 46 millones de la actualidad. En
el año 2052 la caída sería más acuciante, al reducirse hasta 41,5 millones los
habitantes de nuestro país.
Según informa el
INE, la causa de la
reducción de los nacimientos se encuentra en el descenso del efectivo de
mujeres en edad fértil, causado por la crisis de natalidad de los años 80 y
principios de los 90 sobre la pirámide poblacional femenina. Con base en la
estadística publicada, el número de nacidos no aumentará hasta 2030, aunque
volverá a bajar en 2040. En 2021, la estimación se sitúa en 375.159
nacimientos, un 20% menos que en el último año. Hasta 2031, se registrarían 7,7
millones de nacimientos, un 9% menos que en los últimos 20 años. La edad media
de las mujeres para tener hijos seguirá subiendo de los 31,5 años actuales.
Menos nacimientos,
menos niños en las casas, en las calles, en las escuelas e incremento
progresivo de la edad media de la mujer para tener su primer hijo… Con los nacimientos
en línea descendente y la esperanza de vida hacia arriba, la tasa de dependencia[2] se
elevará notablemente. Así, en 2022 habrá diez personas en edad de trabajar por
seis parcialmente inactivas, es decir, de menos de 16 años o más de 64. Estos
números se dispararían en 2052 con una persona en edad de trabajar por otra que
no estaría en esa situación.
Resulta poco
creíble que una situación como la expuesta, absolutamente conocida desde hace
tiempo por expertos en diferentes disciplinas relacionadas con el futuro de las
sociedades, habilite tan escasas respuestas a las encrucijadas que define,
algunas de ellas compatible con un marco social claramente insostenible. Y lo
peor parece ubicarse en la deriva que viene observándose en la atención a las
políticas de apoyo a la natalidad y a la siempre compleja tarea de ser padre o
madre hoy en día. Sin perjuicio
de explicaciones razonadas, no sé si razonables, sobre la necesidad de acometer
reformas que contribuyan a reducir el déficit de los estados y poder soportar
altísimos intereses que deben abonarse para zanjar las deudas de préstamos que
en su día fueron solicitados para seguir avanzando (uno no sabe muy bien hacia dónde,
viendo los resultados de las operaciones) en el desarrollo y progreso de
nuestras sociedades, lo cierto es que llevamos ya mucho tiempo analizando las
descriptivas cifras de la tasa de reposición[3] y sus devastadores efectos si no se
toman medidas correctoras de calado y amplio espectro.
Nacen menos niños y
menos que nacerán. Las buenas noticias sobre el incremento de la tasas de
natalidad[4] en los últimos, relacionado
básicamente con los nacimientos aportados por población inmigrante, ven
desvanecer de forma drástica, al menos momentáneamente, el optimismo que
apuntaban, a la vista de la pérdida de población extranjera en el contexto de
crisis económica y social que nos ahoga en la actualidad.
Nacen menos niños
por varios motivos, entre otros importantes, por una reconsideración sensible
en el planteamiento de la vida que los adultos
queremos, integrado por
necesidades, intereses y prioridades, que los adultos, hombres y mujeres, hemos
ido definiendo en los últimos 30 años. Cuestiones relacionadas con el cambio de
papel de la mujer en la sociedad (hecho este absolutamente imprescindible, a mi
juicio), mucho más presente en la esfera pública, en el
trabajo remunerado, y cuestionada, no sé si suficientemente, su exclusiva conexión con las tareas domésticas,
habrán tenido, sin duda, relación estrecha con determinados efectos que están
siendo objeto de las presentes reflexiones; pero no dudemos, asimismo, de la
influencia paralela del inmovilismo mostrado por el colectivo masculino
para hacer frente y dar respuesta a las nuevas necesidades derivadas de los cambios citados. Y,
claro, todo ello en el contexto de un modelo de sociedad edificado en la locura colectiva del consumismo voraz, del hedonismo
más recalcitrante, de la obsolescencia programada. Hábilmente dirigido y
orientado desde las alturas de un orden social instalado
peligrosamente en la creación de burbujas y expectativas desaforadas, en el
contexto de una desfachatez moral[5] alarmante.
Y sus consecuencias. Muchas prisas, muchas prisas[6],
nuevas y acuciantes necesidades… Y prioridades. Dudas eternas sobre cuándo y cómo plantearse tener hijos, y, cuando
estos llegan, escaso tiempo para dedicarse a ellos, para estar con ellos.
Dudas, también, sobre si tenerlos. Estas últimas, probablemente, más en estos
momentos. Momentos de profunda revisión de nuestro denominado estado del
bienestar. De los tiempos y las posibilidades; posibilidades para proyectar un
futuro, un itinerario personal razonable, con las incógnitas lógicas y
positivas de todo futuro, pero visualizable, al
menos, con sus zigzag, claro,
pero ubicable… Y, por supuesto, de reformulación drástica de los parámetros
salariales para los recién llegados a la experiencia de vivir de su
trabajo… Jóvenes con un nivel de formación como nunca se dio. Y en edad, claro,
para pensar, o no, en tener hijos. Ahora o en el futuro. Porque en la vida,
trabajar no puede serlo todo. Y, por
supuesto, la panacea no puede ser pensar en que, tal vez lejos, fuera de
nuestras fronteras, exista quien se interese por nuestro currículum vitae. Sin
más. Mano de obra, al fin. La solución a todo lo que en la actualidad vivimos
hemos de encontrarla en nuestra casa,
con nuestros chicos y chicas, con
nuestros medios, nuestra gente, en nuestro entorno, sin perjuicio, claro, de
experiencias, las que sean, vividas en otras tierras, con otros, en otro
mundo.
Habrá alguien
pensando, no lo dudo, en cómo arreglar este desaguisado. O no. A veces lo dudo,
sinceramente. La perspectiva, sin embargo, no pinta bien. No pinta bien para
nuestro modelo de sociedad, ni para nosotros, los adultos, que vemos, entre
aturdidos y atemorizados, cómo pueden cambiar las cosas de un día para otro sin
que medie siquiera un leve pestañeo; nuestro presente tembloroso, del futuro,
mejor no hablar. Ni para nuestros mayores, asustados en no pocos casos, por las
nuevas e inabordables responsabilidades que les toca asumir; después de toda
una vida de esfuerzo y trabajo denodados, de ilusión por descansar y disfrutar
del tiempo que les queda por vivir. Ni por supuesto, para nuestros niños, los
que nacen ahora o, en su día, nazcan.
Porque nacen o
nacerán en un mundo con menos iguales. Porque nacen o nacerán en un mundo con
menos tiempo, con más urgencias, con menos medios, con más dudas, con más
inquietud, con menos estabilidad. Un mundo dominado por la incertidumbre sobre
el hoy y el mañana, un mundo marcado por la provisionalidad. No todo tiene que
ser negativo en este escenario, no, ni mucho menos. Siempre encontraremos
aspectos que nos permitan ver que no todo tiempo pasado fue mejor.
Probablemente, cierta dosis de austeridad sea uno de ellos. Pero los efectos de
este nuevo orden social traerá (trae ya) consecuencias indeseables en la vida y
desarrollo de nuestros más pequeños, de nuestros niños y adolescentes.
Menos niños, menos
niños en cada casa. Menos niños en las calles, jugando, donde deberían estar.
Niños, en todo caso, demasiado tiempo atendidos por otros que no son sus padres.
Escuelitas abiertas hasta la noche y desde las primeras horas del día, centros
educativos disponibles doce horas al día, casi todos los días
del año, abuelos con rostro de abnegado canguro…
Preguntemos a
nuestros jóvenes. Echemos un vistazo a las cifras de jóvenes en desempleo en
nuestro país[7].
La tasa de desempleo entre los menores de 25 años es del 52,3%. Imaginemos qué
perspectiva de vida son capaces de dibujar en sus mentes. Pensemos en sus
expectativas. En las de ellos, pero sin perder de vista a los que tienen la
suerte de contar con un puesto de trabajo. Sus sueldos, su estabilidad. Casi
tienen que dar gracias… Por desplegar su capacidad, formación, competencia. A
base de contratos inmundos, becas interminables. Mirándoles por encima del
hombro. A ellos, que son los que nos pueden sacar de esta.
Preguntémosles,
escuchémosles. Miremos su rostro. Sus ojos vivos e intensos. ¿Seremos capaces
de mantenerles la mirada sin sentir rubor? Difícil imaginarse un escenario que
permita ubicar la palabra (y la imagen) hijo en sus objetivos personales a
corto y medio plazo. Y, probablemente, con razón. Nacerán menos. Si no se
arbitran medidas que permitan poner en valor una sociedad que cuida
verdaderamente la experiencia de la paternidad, compatible, por supuesto, con
la actividad laboral y profesional. Equilibrada. Medida. Razonable. Y que
facilita la acción, siempre compleja, de educar. No solo de gestionar quien
cuida.
Y los que nazcan,
¿podremos garantizar su adecuado cuidado y atención? ¿Atenderemos realmente sus
necesidades? ¿O seguiremos prestando exclusiva atención a las nuestras, a las
del mundo adulto? ¿Seguirán nuestros pequeños con jornadas interminables fuera
de su hogar, al cuidado de otros diferentes a sus padres? ¿Seguiremos
inventando nuevos recursos y fórmulas para dar cobertura a nuestro disparatado orden?
No hay que perderse
esta noticia. Montserrat López,
directora de Mi escuela infantil,
partió de su propia experiencia como madre para ofrecer un "servicio
revolucionario", como se anuncia en la página web de la guardería, el de dar a los pequeños no
sólo el desayuno, comida, merienda y cena de cada día, sino también un baño
para que los padres los lleven a casa "listos para dormir. Cuando llegas a
las ocho y media de la tarde a casa, cansada tras todo un día de trabajo, ponte
a duchar a tus tres niños y a darles de cenar", explica ante la atenta
mirada y las sonrisas, en la bañera, de su hija Mar, de 16 meses, a quien
también cuida en su guardería del barrio almeriense de La Cañada, junto a otros 23 niños de hasta seis años.
Que tu hijo no eche
raíces aquí… Esa frase, como un dardo, como una
señal, una advertencia, un consejo… O, simplemente, una reflexión en voz alta.
Así rezaba la frase que podía leerse en la escuela infantil a la que asistía mi
hijo mayor, Pablo, hace ya veintitrés años. Se incorporó a ella cuando contaba
dos añitos. Era otra época. Alguien pensaba más en las necesidades de los más
pequeños. Les atenderemos,
cuidaremos, educaremos… Pero, por favor, cuidad el tiempo que estáis con ellos.
Estad con ellos, todo lo que podáis. Lo necesitan. Necesitan llorar en vuestros
brazos, saltar en vuestras rodillas, gatear en vuestra alfombra. Todo lo que
podáis, y más. Preguntaron a
Jay Belsky[8] por los beneficios de las escuelas
infantiles, sobre el tiempo que deben permanecer los niños en ellas durante el
día… "Depende, dijo. Las proteínas de la
carne son buenas, pero los hidratos de carbono, tomados en exceso, pueden
convertirse en grasas. El
problema con las escuelitas está casi siempre en la dosis”.
[1] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/11/19/actualidad/1353320388_394798.html
[2] Tasa de dependencia
es el índice demográfico que expresa, en forma de tasa y porcentaje, la
relación existente entre la población dependiente (suelen utilizarse los
segmentos de edad limitados por los 15 y los 65 años) y la población productiva,
de la que aquella depende. A medida que la tasa se incrementa, aumenta la carga
que supone para la parte productiva de la población para mantener a la parte
económicamente dependiente: por un lado los niños y por otro los ancianos.
[3] España cuenta con una media en la
actualidad de 1,39 hijos por mujer cuando la tasa de reposición (la necesaria
para mantener la pirámide demográfica y la relación entre jóvenes y ancianos),
se logra a partir de 2,1 hijos por mujer. Incluso, habría que decir que
un hipotético
aumento de la fecundidad no bastaría por sí solo para garantizar más nacimientos.
El número de nacimientos depende de dos factores: el número medio de hijos por
mujer y el número de mujeres en edad de tener hijos. Y esta última cifra puede
reducirse mucho en los próximos años por efecto de la disminución de la natalidad.
Tomando, por ejemplo, como edad fértil el intervalo entre 20 y 45 años, los
estudios más recientes sobre la pirámide de población nos muestra que el número
de mujeres en ese grupo de edad disminuirían en más de un 30% durante los
próximos veinte años.
[4] Esta variable da el número
promedio anual de nacimientos durante un
año por cada 1000 habitantes, también conocida como tasa bruta de
natalidad. La tasa de natalidad suele ser el factor decisivo para determinar la
tasa de crecimiento de la población. Depende tanto del nivel de fertilidad y de
la estructura por edades de la población.
[5]
De especial interés resulta el libro Indecentes,
de Ernesto Ekaizer. Espasa Libros, 2012
[6]
http://www.youtube.com/watch?gl=ES&hl=es&v=HdrABHarNyM
[7]
http://elpais.com/tag/paro_juvenil/a/
[8] El doctor Belsky fue
profesor en la Penn State University hasta el año 2001. Desde entonces, dirige
el Institute for the
Study of Children, Families & Social Issues en la Universidad de
Londres. En la actualidad está considerado un investigador internacionalmente
reconocido en el campo del Desarrollo Infantil y los Estudios de la familia.
Sus áreas de especial interés son los efectos del cuidado en guarderías, las
relaciones entre padres e hijos durante la infancia, la transición a la
paternidad, la etiología del maltrato infantil y las bases evolutivas. Ahora
está implicado en el multimillonario estudio SECC y en un estudio longitudinal
con 1000 jóvenes de Nueva Zelanda que han sido estudiados desde que tenían 3
años.
__________________________________________________________________________________
La OPA amigable sobre los niños
Xavier Rubert de Ventos
3 de enero de 2003
El País
"Y es así como ni unos ni otros, ni mayores ni pequeños, pueden ya trabajar o divertirse a sentimiento. No hay tiempo ya para ello. Todo es oficio. Hay que dedicarse al trabajo como hay que hacer de la educación o del ocio una expresa y convulsiva ocupación: educacionar, vacacionar, "hacer familia". Nada que ver con la "sobriedad de estímulos" aconsejada por Cardús. Muchos jóvenes ejecutivos trabajan hasta las diez de la noche, y el tiempo que les queda lo dedican también en hacer cosas: "hacer" sexo o gimnasia, "hacer" viajes a Disneylandia o las Seychelles, peregrinar a las estaciones de invierno, o cualquier otra de esas actividades con las que ocupan compulsivamente su tiempo desocupado. Todo ello, claro está, bien asesorados por los expertos del ramo: animadores culturales, musculadores, psicólogos de la interacción, abogados de la familia y demás diseñadores o reparadores de la "sinergia interactiva".
__________________________________________________________________________________
Artículo de interés
La OPA amigable sobre los niños
Xavier Rubert de Ventos
3 de enero de 2003
El País
"Y es así como ni unos ni otros, ni mayores ni pequeños, pueden ya trabajar o divertirse a sentimiento. No hay tiempo ya para ello. Todo es oficio. Hay que dedicarse al trabajo como hay que hacer de la educación o del ocio una expresa y convulsiva ocupación: educacionar, vacacionar, "hacer familia". Nada que ver con la "sobriedad de estímulos" aconsejada por Cardús. Muchos jóvenes ejecutivos trabajan hasta las diez de la noche, y el tiempo que les queda lo dedican también en hacer cosas: "hacer" sexo o gimnasia, "hacer" viajes a Disneylandia o las Seychelles, peregrinar a las estaciones de invierno, o cualquier otra de esas actividades con las que ocupan compulsivamente su tiempo desocupado. Todo ello, claro está, bien asesorados por los expertos del ramo: animadores culturales, musculadores, psicólogos de la interacción, abogados de la familia y demás diseñadores o reparadores de la "sinergia interactiva".
Ver artículo completo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.