José Antonio Luengo
El artículo que se cita a continuación pone de manifiesto lo que muchas investigaciones llevan demostrando desde hace tiempo. Los beneficios del ejercicio físico, sencillo, sin estridencias, sin necesidad de machacarse, pero realizado con frecuencia, son incontables. Como incontables son las sensaciones de bienestar que suele generar el salir al aire libre, calzados y vestidos de forma adecuada, para trotar un rato, media hora o cuarenta minutos, o, simplemente, andar a ritmo rápido. sensaciones que, al margen del cansancio que notemos, se extienden de manera notable al momento de la ducha, reparadora siempre. Y a los momentos posteriores, cuando nos sentamos tranquilamente, y cogemos un libro o nos disponemos a charlar con alguien tomando un café, o una cervecita. El aire libre, o también el gimnasio, si se hace bien y escoges actividades divertidas.
El cuerpo se mueve, el corazón se mueve. Se mueven los músculos. Y, claro, si se mueven todas esas cosas, se mueve el pensamiento y la emociones. Y el espíritu se mueve también. la ansiedad es incompatible con la relajación. O una cosa u otra. Juntas imposible. Eso lo sabemos bien los psicólogos. Pero también lo es con la actividad física. Bien gestionada. Voluntaria, relajada. O intensa, si nuestro cuerpo está ya entrenado. Pero incluso intensa, la actividad física es una fuente de sosiego. Mental siempre. Un espacio para el esparcimiento, de sensaciones, pensamientos, ideas. Un momento en el que todo fluye, y recorre nuestro cuerpo. Limpiando lo oscuro, lo duro acumulado. Lo que nos pesa y no soltamos. Lo que limita nuestra flexibilidad, para ver e interpretar las cosas que nos suceden. Y que suceden a nuestro alrededor.
Fuente: El País, 17/12/2013
¿Un lexatín?, No, mejor váyase a correr al parque
Pero más allá de los estudios, manda la experiencia diaria de decenas de médicos que prescriben ejercicio para afecciones que, en teoría, no tienen nada que ver con el sudor o el cansancio. A Cristóbal Belda, oncólogo de Hospitales de Madrid, le llegan pocos pacientes cuyos síntomas no correspondan realmente a un cáncer “Hay muchos filtros previos, pero aun así, de vez en cuando llega a mi consulta un paciente cuyos síntomas son más la somatización de una crisis de ansiedad o de angustia, sensaciones totalmente subjetivas, que manifestaciones de un tumor”, dice Belda. “Y a todos ellos les receto de entrada, antes de recetarles un lexatín, unas buenas dosis de ejercicio”.
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