Pobreza y exclusión
social: cuando falta lo esencial
José Antonio Luengo
No faltan números,
datos, porcentajes, conclusiones basadas en cálculos y proyecciones. Las cifras asustan. Hacen
temblar los cimientos de nuestro entramado social. Los avances no son
suficientes, entre otras cosas, porque lo que por una lado se llena, por otro
se vacía. Los efectos de un mundo tan ansiosamente asentado en la idea del
mercado como paradigma de todas o casi todas las cosas, dejan lastres difíciles
de controlar, jirones de piel
y sangre difícilmente
medibles. Los datos nos aportan perspectivas, proyecciones, parámetros
comparativos… Pero poco nos dicen del dolor, de la sensación de distancia, de brecha, que
separa a las poblaciones a las que hacemos referencia del modelo y espacio
social que propugnamos, que defendemos desde el occidente lúcido, desde la
modernidad omnipresente y, en no pocas ocasiones, tan autocomplaciente. Poco
nos dicen de los días y las noches de las personas que engrosan las cifras, que
les dan tan siniestro significado. Poco nos dicen de su desesperanza, de sus
fantasías, de sus ilusiones y frustraciones. Son muchos los que cada día no
saben qué van a hacer, cómo hacer, cuándo proceder para proveer a los suyos de
lo más básico.
Y los pequeños, los
niños, nuestros niños, lo ven, lo viven y sienten. Lo interiorizan. Se les mete
en sus carnes, en su corazón, en su alma, en su pensamiento, en sus
cogniciones. Se les introduce intensa, ferozmente. Y no les pasa desapercibido.
La pobreza lleva a la marginación, a la exclusión, a sentirse fuera del fuego
protector. La pobreza les enseña a vivir en los límites, en los márgenes, en
los espacios más sinuosos. Y les lleva, en no pocas ocasiones, a situarse
definitivamente fuera, fuera de casi todo, en conflicto con casi todo, frente a
casi todo. De esto saben mucho los excluidos por razón de etnia, raza o
cultura. Saben mucho también los que acaban ausentándose de la escuela, los que
se sienten fracasar en ella y acaban huyendo, como
alma que lleva el diablo… Se van, muchos, casi todos, poco a poco. Sin que
nos demos cuenta los demás (aunque esto no se lo cree nadie). Pero se excluyen
poco a poco. Más bien los excluimos, les abrimos la puerta, les tendemos el puente famoso, el de plata,
porque no soportamos ya sus impertinencias, su malestar con lo que se les
propone. Todo ello sin darnos cuenta (o sí) de que no deberíamos haber
permitido que se fueran poco a poco yendo, escapándose de lo que, en general,
parece funcionar para casi todos. Pero no todos son iguales. Algunos vienen del
lateral, del costado, de los márgenes de la estructura que nos acoge. Y no les
acogemos bien.
La exclusión por la
pobreza, la pobreza por la exclusión. El huevo
y la gallina. Esta cuestión sobre qué va antes,
qué origina qué, también es pertinente en cuantos escenarios
vitales nos acercan a espacios de exclusión en los menores de edad a los que no
haremos referencia en este artículo: la drogodependencia, el grave
conflicto social ligado al delito (menores infractores)… ¿Qué es antes, el
huevo o la gallina? ¿Lleva la exclusión al consumo de drogas o éste a la
exclusión? ¿Lleva la exclusión al delito o éste a la exclusión? Ambas opciones
son válidas, ambas se dan en la práctica y confirman la complejidad circular
del fenómeno en cuestión. ¿Quién va antes? ¿Qué
causa qué?
Hay exclusión sin pobreza, sí. Pero las situaciones gravemente
carenciales de origen generan ordinariamente exclusión de base, aquella que
parece marcar, marcarse en la piel, en las cogniciones de quienes la sufren, de
la que solo se sale con un espíritu y fuerzas difícilmente tasables. La
exclusión te expulsa, te rechaza, te sitúa allá, lejos. La evolución y
desarrollo (¿?) macroeconómicos a los que nos tienen acostumbrados los
poderosos, políticos incluidos, con sus discursos y proyecciones estructurales,
nada tiene que ver con ellos. Sus condiciones de vida no mejoran.
Únicamente planes transversales, integrales, serios, estables, sensibles, solidarios
y prácticos son capaces de provocar acercamientos. Mejores condiciones de vida
y laborales, facilidades para el acceso a vivienda digna, opciones para levantar la cabeza. Los ámbitos donde es necesaria una
mayor concentración de esfuerzos en el proceso de inclusión social, que ya marcó
en el año 2000 para 2010 el Consejo de Europa (estamos ya a mitad de 2014) en su Estrategia de Lisboa, no son desconocidos: (1) Fomentar el acceso al empleo:
promover la participación en el mercado laboral y luchar contra la pobreza y la
exclusión social. (2) Garantizar recursos económicos mínimos. (3) Alcanzar una educación con equidad. (4)
Apoyar la integración de los inmigrantes y (5) Garantizar la atención a las
personas en situación de dependencia .
La crisis mundial, y nacional, en la que nos hemos visto inmersos no ha
hecho sino empeorar de manera espeluznante las cosas. Según datos de mayo del
presente año, el 20,4% de la población española, uno de cada cinco habitantes,
vive por debajo del umbral de la pobreza, frente al 20,8% de 2012, un descenso que no
responde a una mejora de la situación sino a que al disminuir los ingresos de
la población también lo hace el límite que marca el riesgo de pobreza. Esa
mínima reducción del la tasa también se explica por la estabilidad de
los ingresos de los mayores de 65 años (cuyo riesgo de pobreza se
reduce en 2,1 puntos hasta el 12,7 %), ya que sus pensiones permanecen estables
pese a los menores ingresos del resto de la población, mientras que la de los
menores de 16 años se elevó hasta el 26,7%. Además, el porcentaje del 20,4% se
eleva hasta el 27,3 % si se utiliza el indicador AROPE de riesgo de
pobreza o exclusión social que es el que figura en la estrategia Europa
2020 de la Unión Europea. Este indicador, además del riesgo de pobreza, tiene
en cuenta la baja intensidad de empleo en los hogares y la carencia material
severa, como no poder ir de vacaciones, no poder comer carne, pollo o pescado
cada dos días, no poder calentar la vivienda, no poder tener coche, lavadora o
teléfono, o no disponer de 650 euros para gastos imprevistos, entre otros
factores (Ver noticia ABC)
Encuesta de condiciones de vida 2013 (INE)
Ver
Noticias
Europa 2020 es la
estrategia de crecimiento de la UE para la próxima década aprobada por el
Consejo Europeo el 17 de junio de 2010. En un mundo en transformación, se trata
de conseguir que la UE posea una economía inteligente, sostenible e
integradora. Estas tres prioridades que se refuerzan mutuamente contribuirán a
que la UE y sus estados miembros generen altos niveles de empleo, productividad
y cohesión social.
La Unión ha establecido para el año 2020 cinco ambiciosos
objetivos en materia de empleo, innovación, educación, integración social y
clima/ energía. En cada una de estas áreas, cada estado miembro se ha fijado
sus propios objetivos. La estrategia se apoya en medidas concretas tanto de la
Unión como de los estados miembros. En el apartado de integración social el
objetivo nacional 2020 para España es conseguir que 1.400.000 personas menos
estén en riesgo de pobreza y/o exclusión social.
Es necesario avanzar.
Y mucho. Porque la exclusión se mete en la piel. Y puede no irse ya. Como un
pigmento estigmatizador, como una enfermedad incurable. Porque sabemos mucho de
las entrañas de quienes se sienten excluidos
por origen, desde el origen, los que nunca han podido saber qué es eso del llamado
estado del bienestar, incluso qué es eso del Estado, el que debería
garantizarnos la igualdad de oportunidades y, claro, la dignidad básica para
vivir. Y hacia esa realidad podemos estar dirigiendo, entre todos, a no pocos. A
veces uno ha podido escuchar sus cosas, sus recuerdos, sus experiencias; lo que
hacen y vieron hacer, lo que saben de la vida, de su vida… y lo que les importa
la vida de los demás. Te cuentan su vida sin ambages, nítida, concluyentemente.
Saben lo que son y lo que fueron. No aciertan a divisar bien lo que pudieron
ser. Aprendieron a vivir la soledad, la pertenencia a un solo grupo, a una
sola familia, la de los que tienen poco que esperar en esta vida salvo aquello
que se trabajen en las cunetas, en los márgenes de la sociedad misma, en
los arrabales de nuestra organización social. Hablan y hablan de cómo
aprendieron a encontrar en lo marginal lo que nadie pensó seguramente que
serían capaces de hallar en otro sitio. Hablan de sus barrios (a veces por
decir algo), de sus percepciones en el acto vital de encontrarse en un mundo
donde pelear por lo más básico es la única
norma, pelearse por lo que sea, cuando sea… Y esperando no salir más humillado
de lo que realmente se sienten. Porque la realidad es que viven una vida de
humillación. Y ésta puede vivirse, básicamente, desde dos esquemas de
pensamiento y acción: desde la indefensión y el dolor permanente (siempre más y
más excluyente) o desde la lucha contra todo y contra todos, contra todo y
todos los que se representan la otra realidad, la del bienestar, no sin
falta de brega y lucha diaria, claro, pero la realidad del que se siente seguro
e integrado, formando parte del grupo dominante…
Algunos nos hablan
así desde sus particulares escenarios vitales, desde sus propias parcelas de exclusión. Algunos nos citan con pelos y señales
sus orígenes y primeros pasos en la vida social, sus experiencias en la escuela
y todo lo que ella traía aparejado. Hay que oírles. Han sido niños (¿alguien lo
duda?). Insisto, han sido niños y en no pocas ocasiones, siguen siendo niños
cuando algo les hace saltar a la palestra mediática, algún acto indeseable
socialmente, claro. Se han visto crecer en el entorno que les ha tocado. Y han visto a sus mayores (adolescentes, jóvenes y adultos todos son sus
mayores, sus modelos, sus ejemplos) defenderse de distintas formas, con
diferentes fórmulas. Y suele ser complicado sustraerse, evadirse de las
influencias que calan, empapan la
mente.
Las que les son dadas.
Las que son. Las que acaban permitiéndoles entender a su manera el
mundo en el que viven, y sus extrañas relaciones y transacciones con el otro, el otro mundo. Mundos que nos suelen estar tan lejos. A veces, demasiado cerca.
La infancia y la
adolescencia, que es nuestra, que es nuestro presente, y también nuestro
futuro, merecen sentir otra realidad. Sensible con las necesidades de los que
menos tienen y aparentemente pueden. Cercana al dolor y al sufrimiento. Que
asume el reto de cambiar las cosas. De una manera sustantiva. Sus caras lo
dicen todo. Siempre.
Sobre Informe UNICEF 2014 (Infancia y Pobreza)
Accede a Informe en la imagen
En España hay 2.306.000 niños viviendo bajo el umbral de la pobreza
Informe Save the Children sobre pobreza infantil y exclusión social en Europa
Ver Informe
Un tercio de niños españoles vive en riesgo de pobreza o exclusión social
Informe Cáritas 2013 sobre pobreza y exclusión
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