El marco normativo marca el terreno para la
organización y la planificación en los centros. Y establece el amparo jurídico
para que los engranajes del sistema se articulen de modo que las
responsabilidades inherentes al sistema educativo se lleven a efecto de forma
ordenada, conceptualmente coherente, compartida, flexible y eficiente. Y estas
características se hacen necesarias siempre. De modo singular en la respuesta a
las situaciones que más afectan al corazón de las instituciones. Esas que
lastran la convivencia entre sus miembros y la tornan insegura y quebradiza.
La acción planificada de los centros educativos es
determinante en la prevención, detección e intervención de las situaciones de
acoso escolar. Solo un conjunto de acciones integradas, planificadas y
compartidas por la comunidad educativa puede convertirse en un marco pertinente
y eficiente. Esta observación apela a principios esenciales de intervención de
naturaleza preventiva, sumando acciones que, adecuadamente relacionadas,
suponen la configuración de una tupida red protectora y promotora de prácticas
de convivencia pacífica y de prevención de situaciones de violencia y maltrato
entre iguales. Prevención en sus diferentes niveles, primaria, secundaria y
terciaria.
El tratamiento del acoso escolar suele organizarse
en el contexto de procesos de intervención marcadamente reactivos. La acción
como respuesta a hechos que afloran o son denunciados se convierte,
probablemente y sin perjuicio de la existencia de prácticas de naturaleza más
preventiva, en el modelo más habitual de atención a este tipo de situaciones.
Preocupa el fenómeno por la evidencia de las
consecuencias y el dolor y sufrimiento que llega a generar en las víctimas;
pero también preocupa por su frecuente invisibilidad; o por la alarma social
que provoca; también por sus frecuentes recidivas, o por los efectos indeseados
e inesperados secundarios a la respuesta desarrollada; y por la reacción
inadecuada de algunos agresores; pero también, en ocasiones, preocupa el
fenómeno por la inexperiencia o falta de formación para su tratamiento; e,
incluso, así es manifestado, por la ausencia de referentes y pautas de
actuación claras y regladas.
Las acciones más efectivas en la lucha contra el
acoso escolar deben partir de principios y procedimientos de intervención
integrados en un plan global, compartido por toda la comunidad educativa y
desarrollado por agentes organizados en estructuras pensadas para el objetivo
pretendido. Algunas de ellas, ya existentes en los entramados organizativos de
los centros educativos; otras, por el contrario, específicamente diseñadas.
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